Ahora que llega el tiempo de ponerse al día con la Hacienda Pública, en medio de corrupciones, de paraísos fiscales, de sobornos y de mentiras, una no sabe si tomarse la Constitución como una bella declaración de intenciones, o como una sátira esperpéntica que no da ninguna risa. 

El artículo 31 del Capítulo II de la Constitución española habla de contribuir a los gastos públicos de acuerdo a la capacidad económica, mediante un sistema tributario justo y de una asignación equitativa de los recursos públicos.

Iré como todos los años a hacer mi modesta declaración de la renta, harta de ver cómo grandes fortunas siguen engordando y sus propietarios jugando al escondite con la ley. Lo insultante es que salen impunes de cualquier acto delictivo que cometan, no sólo por falta de castigo, también por falta de investigación y/o de procesamiento.

¿Cómo era eso? “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Cap II, art. 14”. 

¡Ja!