Hace un tiempo pasé unos días en la UCI B del Hospital Universitario de Navarra. Me tope allí con un equipo médico excepcional en profesionalidad, empatía y humanidad desbordante. Médicos de excelencia cuya labor permanece ignota. Para calificarlos, sólo el silencio o las lágrimas son pertinentes. Enfermeras que valen un potosí, de alta cualificación, que me recibieron en momentos críticos, me dieron verdaderas lecciones de feminismo, mujeres al acecho de la vida en ciernes. Sin ellas, la muerte. Un ambiente plenamente saludable me envolvía: abertzalismo en vena, respeto absoluto a la fe personal -aunque la suya no fuese-, amor a nuestra lengua, ecofeminismo y un amor inmenso en casi todo.
Miradas que son besos, elocuentes silencios, tensas esperas con un altísimo nivel de competencia y profesionalidad sin concesiones a la muerte, la mentira o las fruslerías del populacho. Extensible asimismo a otros colectivos que integran el todo: limpiadoras, celadores, auxiliares, trabajadores sociales, fisioterapeutas...
Un gobierno socialista debe implementar la dotación presupuestaria en sanidad, mimar a los profesionales con la excelencia en formación, priorizar recursos sanitarios frente a proyectos mastodónticos economicistas. Sin vida y sin salud, nada. Lo penalizaremos con nuestro voto. Queridos de la UCI B: sabéis que os quiero, que os estoy eternamente agradecida porque habéis hecho de vuestra profesión -en las lindes de la muerte- un canto a la vida. Sois inmensos.