Uno de los consejos más repetido en la Biblia es “¡No tengáis miedo!” Dios le dice una y otra vez a su pueblo que no tema porque él está con ellos. Palabras de ánimo dirigidas a Abraham, Josué a los jueces y a los profetas, y por medio de ellos a todo el pueblo. 

¿Por qué la palabra de Dios nos recuerda tan a menudo que debemos dejar de lado todo temor? Porque interfiere en nuestro seguimiento de Jesús, porque su cara muestra fe y confianza y es manifestación de un amor imperfecto. Juliana de Norwich, mística inglesa del siglo XIV, nos da la misma lección: Él no nos dijo “no seréis sacudidos por las tormentas, no os sentiréis vencidos, agotados por el trabajo, decaído”. Sino que nos asegura que “no seréis vencidos”. Dios quiere que seamos firmes. Dios quiere que estemos confiantes.

En la primera carta de Juan se nos da la buena noticia de que Dios es amor y añade: “En el amor no cabe el temor, sino al contrario, el amor desaloja todo el temor. Pues el temor se refiere al castigo, y quien teme no ha alcanzado un amor perfecto” (1 Juan 4:18).