Los que hicieron las campanas nunca pensaron en los niños y sin embargo las campanas nos persiguen desde que nacemos hasta que morimos. Las campanas no suenan solo por el metal con el que están hechas, sino también y sobre todo, por el aire que les rodea, depende de las hierbas, árboles, casas y campanario que las protege. Y algunas violeta, como el valle que las sostiene.
La paz se viste de verde aunque los vecinos se odien educada y amablemente, las campanas suenan para los vivos y los muertos, para la mar y el cielo y entre la lluvia y la humedad, el sol y el viento elige los cementerios, la paz de los muertos, porque los vivos son tan retorcidos que no saben traducir su sonido, que es violeta para regocijo de unos y de otros. Y los niños recordarán de mayores, cuando puedan componer sinfonías, escribir libros y recuerdos, que las campanas fueron importantes en su sensibilidad para crear y se mantienen en su trastienda.