En Albaola Itsas Kultur Faktoria ultiman los trabajos de construcción en tierra de la réplica de la nao San Juan, un ballenero hundido en la costa de Canadá en 1565, para su botadura el próximo viernes 7. Pero antes de que el San Juan surque los mares destino a Terranova habrá que equiparlo, arbolarlo en el vocabulario naval, es decir, poner los mástiles y aparejarlo con unos cuatro kilómetros de cuerdas. Asimismo, se deberán confeccionar las velas, dos juegos de 600 metros cuadrados cada uno; y construir las anclas, pertrechos para cazar ballenas además de grandes calderos de cobre que se utilizaban para fundir la grasa de ballena entre otros trabajos. Todo ello con materiales y técnicas del siglo XVI, al igual que el casco. Por otro lado, se deberá seleccionar y formar a la tripulación y aprovisionar las bodegas. “Estamos preparando un programa cultural para cuando vaya hacia Canadá, primero aquí y después allá”, adelanta Xabier Agote, presidente de Albaola e impulsor de este proyecto.

Nao san juan Patrimonio de la UNESCO

El San Juan no es un barco cualquiera, es una leyenda de la arqueología marina. De hecho, su imagen representa el Patrimonio Cultural Subacuático de la Unesco. El ballenero, de 28 metros de eslora y 7,5 de manga, con una capacidad de 200 toneladas, fue construido en la bahía de Pasaia. Se componía de tres mástiles y tres cubiertas, con una capacidad para transportar 60 marineros y cinco barcas balleneras. La nao se hundió en Red Bay, en Labrador, tras una fuerte tormenta, cuando se encontraba anclado en la bahía cargado de 1.000 toneles de grasa de ballena, el petróleo de la época. Los restos se encontraron en 1978, gracias a las pesquisas realizadas por la historiadora Selma Huxley y a las campañas del Servicio de Arqueología Subacuática de Parcs Canada dirigido por Robert Grenier. Esta agencia del Gobierno canadiense que gestiona su patrimonio histórico, puso en marcha un estudio que ha durado décadas. Conservado durante siglos gracias a las bajas temperaturas y el fango, un equipo arqueológico submarino lo sacó del mar, pieza a pieza, lo que permitió construir planos detallados de la nao que fueron entregados a Albaola en 2006. “Después de 30 años de estudio, es el buque mercante del siglo XVI que mejor se conoce”, apunta Agote, quién destaca que la réplica que se está construyendo en Albaola cuenta con el patrocinio de la Unesco. “La nao San Juan muestra el gran nivel técnico alcanzado por los barcos vascos. Es un símbolo de la Euskal Herria del siglo XVI, cuando fue vanguardia tecnológica mundial. Se acababa de descubrir América, empezaban los viajes transoceánicos y necesitaban barcos con mucha más capacidad. A Terranova iban para nueves meses”, destaca Agote. “Hasta el siglo XVII, los vascos eran los únicos que iban a América del Norte para realizar una actividad industrial. Tenían el monopolio del mercado de grasa de ballena”, incide.

Madera de Sakana. Robles guiados para la construcción naval

“Cuando algún visitante especial pisa el casco suelo decirle que está en Navarra”, apunta Agote. El armazón es de roble de Sakana, 200 árboles que fueron donados fruto de un convenio de colaboración con la Agencia de Desarrollo de Sakana para promocionar la marca turística de la comarca. Albaola, por su parte, ofreció una programación cultural y creó un itinerario interpretativo sobre la gestión del bosque para la construcción naval en Dantzaleku. La quilla es de haya de Irati, al igual que los abetos de los mástiles. “La quilla es la única pieza del barco que está siempre sumergida. Si el haya está mojada aguante bien pero no la alternancia de seco y mojado, a diferencia del roble”, explica. La construcción de la réplica ha visibilizado la relación comercial que tuvieron los pueblos de Sakana con la costa vasca y la práctica de las podas o trasmochas, que se realizaban teniendo en cuenta la pieza del navío que se quería obtener, actividad de la que hay constancia en unas ordenanzas de 1563.Y es que bosques de robles, rectos para la tablazón y guiados para las formas curvas, eran cultivados y cuidados para evitar ensamblar las piezas y conseguir la máxima resistencia en las piezas estructurales como corbatones, varengas o genoles. De hecho, la construcción de una nao en aquella época comenzaba en los bosques, en la selección de los árboles. Así fue también en el caso de la réplica del San Juan. Así, muchos días, Xabier Agote visitó robledales de Sakana con grandes plantillas de las piezas del barco que presentaba en los robles corvos. “Encontrar los árboles que necesitábamos, con formas muy específicas y de gran tamaño, fue un proceso muy laborioso. Buscábamos árboles que requieren unas característica pero que ya no se cultivan”, recuerda. Al respecto, señala que fue clave la ayuda de José María Alegría, guarda forestal del Gobierno de Navarra que superviso la selección y tala de los árboles. “Es una persona muy culta y sensible que se involucró mucho. Si no llega a ser por él no sé cómo nos hubiéramos arreglado. Su compromiso fue más allá de lo profesional”, insiste.

Sueño cumplido

A veces los sueños se cumplen. Más si hay mucho tesón y entusiasmo detrás, como es el caso de Xabier Agote, que ha visto como aquel proyecto que comenzó a vislumbrar hace cuatro décadas ha cogido forma. Amante del mar y de las embarcaciones de madera desde niño, en 1985 un ejemplar de la revista National Geographic con el pecio en la portada, le cambió la vida . “Entonces tomé la decisión de construir algún barco. La clave es que hemos perdido la perspectiva histórica, no tenemos ni idea de que éramos la potencia más importante del mundo. Aquí se construyó más del 80% de la flota oceánica de la corona española”, incide. Con un objetivo en mente, Xabier Agote se formó en la escuela naval del Museo de Maine, en Estados Unidos, un conocimiento que transmitió a un grupo de carpinteros. “Además de aprender el oficio, me impregné de la importancia del valor patrimonial”, observa. Así, en 1997 fundó la asociación Albaola. Primero hicieron una réplica de una de las chalupas balleneras que llevaba el San Juan, con la que navegaron durante seis semanas, a remo, y a vela, por las costas canadienses hasta Red Bay.

Desde 2014. Construcción museizada

La construcción del ballenero comenzó en 2014, con las mismas técnicas artesanales de hace 500 años, un proceso que se ha seguido paso a paso en Ondartxo, convertido en museo. Se divide en tres espacios. La visita comienza con una exposición permanente sobre la tradición marítima a partir de la Nao San Juan, desde los robledales de Sakana hasta llegar a los carpinteros de Ribera de Pasaia y continuar en la odisea ballenera. El segundo es el taller, donde se puede ver trabajar a artesanos en la elaboración de piezas en un viaje en el tiempo en el que se han recuperado viejos oficios. Finaliza en el astillero, donde el galeón ha ido cogiendo forma. En los próximos meses, conforme avancen la construcción y el equipamiento, la San Juan pasará a ser un barco-museo visitable. En la actualidad son 28 personas en nómina en diferentes ámbitos. Pero el San Juan también ha cogido fuerza gracias al trabajo de muchas personas voluntarias, medio millar en torno a una red. “Tenemos un grupo de voluntariado muy amplio. Algunos vienen periódicamente, sin que les llamemos y otros muchos cuando los necesitamos. Pasaia Itsas Festibala lo hacemos con más de 300 voluntarios”, observa. Además, en este proceso se han generado sinergias y diferentes iniciativas, como la producción de alquitrán en Quintanar de la Sierra, en Burgos, para el calafateado del barco. Llegó en un carro tirado por una pareja de bueyes, como se hacía antaño. Fue el germen de otro viaje, el de la puerta de San Miguel, que se construyó en Ondartxo y volvió a Aralar en multitudes. Además, cuatro localidades del valle del Ebro, Cervera del Río Alhama (Rioja), Fitero (Navarra) y Ágreda (Soria), han cultivado de manera tradicional ocho hectáreas de cáñamo para fabricar entre otros materiales las cuerdas que necesitará el ballenero San Juan. Y es que este proceso se han rescatado viejos oficios.