Estaba disfrutando de un partido de rugby australiano en mi retiro playero, cuando llamó mi atención una enorme leyenda pintada en el campo, un anuncio de vitamina D. Aunque no era la primera vez que la veía, hasta entonces me había pasado desapercibida. En está ocasión sin embargo, tal vez inspirado por un sol veraniego más platónico que nunca, me dio por elucubrar.

Sorprendente, pensé, en un país famoso por sus horas de luz natural, impresionado una vez más ante el poder de convicción de las farmacéuticas, que son capaces de vender medicinas en donde menos se necesitan, despreciando a tal fin las advertencias de los laboratorios.

Las del nuestro, por ejemplo, que nos recuerda cada vez que pedimos uno, los riesgos inherentes en solicitar análisis sobre sustancias de las que desconocemos los valores normales y carecemos por tanto de ciencia para hacer recomendaciones.

Precisamente, acabo de recibir un par de artículos que refuerzan estas preocupaciones. Ahora bien, cualquiera puede colapsar su consulta con religión pseudopreventivista atiborrando de vitaminas al personal. Y de paso adquirir notoriedad en el barrio.

Sobre este particular en concreto, recuerdo la bronca que me echó en una ocasión la propietaria de un negocio naturista por no estar informado, por no saber que hay que tomar nosecuantasmil unidades de vitamina D al día para prevenir el covid. Seudociencia efectista como la de la levadura roja de arroz para el colesterol, un producto peor y mucho más caro que las estatinas, que se vende como natural, pero… siempre hay un pero, del que también nos informan, en este caso desde farmacovigilancia, que puede haber causado algunos problemas médicos, entre ellos varias muertes. Una pena.

Por último recordar que si por una parte a los sanitarios se nos exige evitar actuaciones inadecuadas, en muchas ocasiones es el usuario el que las reclama. Y aunque, cómo no, éste está en su derecho de gastar su tiempo y dinero en lo que le parezca, es lícito también exigirle que se abstenga de presionar al profesional para obtener gratis sus caprichos consumistas.

Como por ejemplo los que la empresa vendedora de vitamina D pretende inculcar en el televidente australiano aficionado al rugby: hínchese de vitamina D, para ser el rey de la melé.

*El autor es médico de familia