Paisajes
Hay una norma de aplicación directa, ya clásica en nuestros ordenamientos urbanísticos, que constituye una orden a los poderes públicos para que, entre otras cosas, jamás permitan que el capricho de un caradura o la codicia de un desaprensivo, impidan a todos los ciudadanos disfrutar de la belleza del paisaje, sea urbano o rural.
Hace unos años, pusieron en Cabanillas un mirador con unos bancos y una fuente. Hay también en el mirador una foto panorámica con una imagen luminosa, clara, diáfana, cristalina, perfecta. Uno de los mayores atractivos del pueblo eran esas vistas al Canal, la huerta, el Ebro al fondo y la imponente silueta del Moncayo en la lejanía. Muchos atardeceres eran deliciosos vistos desde allí.
Tiempo después aparecieron en el horizonte elementos que no estaban en la foto panorámica. Los molinos de Ablitas, y hace poco los de Fontellas nos han jodido el paisaje y nadie ha hecho nada por impedirlo.
Lo mismo ha pasado en el Monte de Cabanillas, otro de los lugares más bonitos del pueblo.
Cuando uno va de paseo por el Camino de Serralta, si mira al frente o a la izquierda ve los molinos de Cabanillas I y Cabanillas II, si mira a su derecha y al Monte Olivete, ve los molinos de Fustiñana y las placas solares de Cabanillas. Si se da la vuelta ve los molinos de Ablitas, Buñuel y Fontellas que ya ensucian la venerable silueta del Moncayo.
Si uno circula en coche de Tudela a Cabanillas por la Carretera de Tauste, no ve más que molinos por el día y luces rojas por la noche.
Cuando coges el tren para ir a Zaragoza o para ir a Madrid, mires por la ventanilla derecha, o mires por la ventanilla izquierda, sólo se ven molinos.
Cuando uno sube las persianas de su casa por la mañana no ve más que molinos donde antes veía monte. Los aerogeneradores se han convertido en nuestro horizonte y la gente se ha resignado.
La Ribera de Navarra es un gigantesco parque eólico con pueblos en su interior.
Puede que para algunas personas esto sea algo normal, pero yo no lo entiendo.
La penúltima salvajada la han perpetrado en Cascante, donde la Basílica del Romero ya aparece rodeada de molinos. La gente del pueblo dice que están autorizados por el Gobierno de Navarra.
Y yo me pregunto ¿no sería mejor quitar la norma esa del paisaje y que cada uno haga lo que quiera? Al fin y al cabo, nadie la cumple ni la hace cumplir.