Si bien la risa es una herramienta natural que ayuda a mantenernos sanos y a mejorar nuestra calidad de vida, la risa patológica o la risa sin motivo es inapropiada, al no tener relación aparente con el estímulo. No deberíamos reírnos cuando hablamos de guerras, violencia, paro juvenil, inmigración, cambio climático…, ya que los temas son lo suficientemente serios sin estímulo alguno para las risas.

Para las personas que sufren en momentos difíciles, la risa de los políticos puede interpretarse como insensibilidad o desconexión, especialmente si no sienten que sus preocupaciones sean comprendidas o abordadas.

La percepción negativa que genera este tipo de actitudes puede aumentar la distancia y la desconfianza entre la ciudadanía y los representantes, resaltando la importancia de que los políticos no sean conscientes de cómo sus gestos y comportamientos pueden ser percibidos.

Ponernos serios cuando las cosas van mal es una respuesta adaptativa y responsable que nos permite abordar los problemas con claridad, esfuerzo y concentración. La seriedad en estos momentos no significa renunciar al optimismo ni a la esperanza, sino enfocarse en lo que se necesita hacer para resolver o mitigar la situación de la mejor manera posible.

Ser serios en momentos difíciles genera un ambiente de confianza y de respeto hacia las personas que sufren, transmitiéndoles que estamos tomando en serio sus problemas, a través de un compromiso genuino para mejorar las cosas.