Poliédrica mi experiencia en la UCI B. Una de sus caras amables la abertzale. Allí no se respiraba hostilidad u hostigamiento hacia el euskera. No se necesitaba la lengua para sentirla viva y amada. Imperaba el amor. Estaba segura de que aun en contra de sus convicciones respetarían mi ser euskaldun. Y así fue. El abertzalismo empieza por conocer nuestro ser euskaldun, situarlo en el contexto orográfico -no es lo mismo ser de Iruña, Lizarraldea o de Corella- conocer experiencialmente nuestra manera de sentir el dolor, la enfermedad o la muerte, el concepto de familia radicalmente distinto en la Montaña y en Iruña.

La UCI B tenía una característica maravillosa: el silencio y la habitación individual, factores netamente euskaldunes y me sentí en casa. Respondían a mi ser. Un día balbuceé unas palabras en euskera y se despertaron las nanas: Una sinfonía de voces en euskera. Alguien me dijo: “Voy a correr por ti la Korrika”. Una me trajo fotos de la calle Curia abarrotada en torno al euskera. En su pueblo ribero corría otra la Korrika. Alguna corrió en Cascante con su peña de Iruña. Me regaló chapas. En otro momento pude escuchar: “No hay que perder el euskera”. Mujeres todas ellas. Sororidad euskaldun.

Foto de la Korrika 2024 a su paso por Sakana Korrika

Yo soy vosotras. Vosotras -entre otros- me sacásteis de la UCI B. Abertzalismo rehabilitador. “Yo también soy del norte de Navarra” musitó amorosa una mujer espléndida. Clímax emocional. Recordé a Satrustegi, euskaltzain moribundo sin asistente espiritual euskaldun en Osasunbidea para acompañar su muerte. Tuvieron que buscarlo fuera. El euskera sigue sin tener la consideración debida en Osasunbidea y en los procesos de recuperación y sanación de las personas. Un atentado a los pacientes su cuasi nula exigencia formativa para quienes deben cuidarnos y acompañarnos cuando enfermamos.

Lurra dut kantakizun:

nire Eden lurra da,

hats-emaile iturri

eta neke-lagun”. (B. Gandiaga).