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Promesas olvidadas

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Una vez más, brindamos con entusiasmo por el nuevo año. Contamos los segundos hacia atrás, soltamos sonrisas y deseos de felicidad. Prometimos ser mejores, alcanzar más, vivir con un propósito renovado. Sin embargo, aquí estamos, en los primeros días de 2025, y al mirar alrededor, parece que poco o nada ha cambiado. Las guerras siguen atormentando los días cortos, los conflictos surgen y se intensifican en diferentes hemisferios, y el coste de la vida continúa con la misma tendencia ascendente de todos los años. Incluso algunas cuestiones personales permanecen congeladas en un pasado que se arrastra como una sombra obstinada, que nunca parece dejar de perseguirnos.

A nuestro alrededor crece una humanidad que parece cada vez más vieja y decadente, sumida en actitudes que fracturan y debilitan la esencia de lo que nos hace humanos. Redes sociales llenas de propósitos como: solo llamo a quien me llama, solo visito a quien me visita, ignoro a quien me ignora. ¿Por qué esperar, si el amor ya existe en nosotros? ¿Por qué medir los gestos, si el verdadero cambio comienza con el ejemplo? Esta lógica egoísta es la antítesis del amor y del cuidado mutuo. No, no se puede entender a esta humanidad que se pierde en demagogias, consumos desmedidos y esperanzas ilusorias, como si la responsabilidad del cambio propio recayera en un billete de lotería que nunca llega a salir premiado.

¡Pero aún hay tiempo! Este enero, tan largo y desafiante, trae consigo una oportunidad. Parte de este tiempo puede aprovecharse para pasar un rato contigo mismo. Escucharte con todos los sentidos, escucharte de verdad. Es, sin duda, un reto ser nuestra propia compañía, pero cuando huimos de nosotros mismos, también huimos de nuestra capacidad de operar transformaciones positivas, sobre todo en nuestro interior. Oír lo que nos gusta es muy distinto de escuchar la verdad, algo que sucede en el momento del discernimiento personal. Es en el encuentro contigo mismo donde se siembra el inicio de un mundo mejor. No esperemos que la humanidad cambie sola, porque no lo hará. Que cada yo sea el primero en amar, el primero en actuar. Porque el mundo nuevo no comienza en el otro, comienza en ti.