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Educar para la vida

Educar para la vidaPixabay

Los accidentes laborales, de tráfico, en el hogar, en el deporte, así como la violencia en sus múltiples manifestaciones, comparten un origen común: la carencia de una verdadera formación para la vida. Nuestro modelo educativo, en general, no promueve el respeto profundo por la vida, no enseña a identificar peligros, ni desarrolla habilidades para evaluar riesgos de manera efectiva. Este vacío en la educación constituye uno de los mayores problemas de la prevención.

A esta falta de educación se suma una peligrosa exaltación del riesgo. Es común observar en los medios de comunicación escenas que glorifican actos temerarios bajo el pretexto de superar retos o experimentar placer, normalizando comportamientos que exponen la vida innecesariamente. Estas imágenes no solo se presentan sin escrúpulos, sino que se entrelazan con otras manifestaciones de violencia: guerras, terrorismo, rivalidades deportivas extremas e incluso una política basada en la confrontación, la mentira y la búsqueda desmedida del poder.

Esta ausencia de respeto por la vida tiene consecuencias palpables: muertes evitables, desesperación, elevados costos económicos y la perpetuación de un entorno que dificulta que la vida sea lo que debería ser: un espacio de encuentro, desarrollo y fraternidad, donde las capacidades positivas del ser humano florezcan.

Es imprescindible un cambio profundo, que comience con una educación centrada en la vida, en el respeto mutuo y en la construcción de sociedades que valoren la seguridad, la paz y la cooperación por encima del riesgo y la violencia. Solo así podremos transformar nuestras comunidades en lugares que reflejen lo mejor de la humanidad.