Ser madre, el trabajo silencioso
La mujer-madre de hoy se define como intrépida y decidida, enfrentando con pasión el mundo que la rodea. A lo largo de la historia, el papel de la mujer ha sido fundamental, aunque muchas veces desempeñado desde las sombras. En la Prehistoria, las mujeres representaron la maternidad como un rol esencial para la continuidad de la especie y la transmisión de valores sociales. En la antigua Grecia, su labor como madres fue reconocida como crucial para el buen gobierno del hogar y la formación integral de los hijos. En la Edad Media y la época moderna, la mujer se convirtió en una figura clave, influenciando decisiones políticas y sociales en sociedades patriarcales.
Hoy en día, tras siglos de trabajo silencioso y muchas veces olvidado, la mujer-madre se erige como símbolo de la conciliación entre el esfuerzo laboral y la construcción de la familia. Su situación laboral ha dado un giro positivo, y cada vez son más las cifras que reflejan su presencia en campos tradicionalmente dominados por hombres. Los tiempos de democracia e integración social del campo femenino han dado paso a un nuevo paradigma para las madres trabajadoras: el de la autonomía, el derecho a ser dueñas de su libertad y la oportunidad de construir su propio camino.
Ser madre es ser maestra en todos los aspectos de la vida, en todo y para todo. Ser madre trabajadora es una profesión multifacética que abarca psicología, economía, medicina, educación, administración y gastronomía. Es el corazón de la familia, transmitiendo valores, principios y virtudes, y formando la base para la seguridad, la rectitud moral y la buena conducta. Es ser raíz y alas al mismo tiempo: la fuente de sacrificio invisible y silencioso para los suyos, y el modelo que enseña a transmitir la herencia histórico-cultural y el significado de la familia como ejemplo de vida.
Es una profesión que no tiene jubilación, que siempre está en constante evolución y que, lamentablemente, sigue siendo poco reconocida tanto a nivel político como económico.