El 14 de abril de 1931 fue un día de alegría e ilusión, con la esperanza de construir un mundo más justo y solidario.
Sin embargo, la historia no se desarrolló como muchos soñaron. No se logró forjar una sociedad con menos desigualdades, y hoy, en pleno 2025, esas diferencias siguen presentes. Quienes perciben el Salario Mínimo Interprofesional, el Ingreso Mínimo Vital o pensiones mínimas, continúan aspirando, como entonces, a reducir la brecha económica que los separa de quienes más tienen.
Cuando se publican las cifras sobre fortunas y patrimonios, la diferencia resulta tan abismal que cuesta incluso imaginarla. Es como sobrevivir con lo imprescindible frente a quienes viven, literalmente, en otro universo: el infinito y más allá.
Este escrito no pretende ser más que un reflejo de esa desilusión persistente. Las esperanzas que trajo la democracia hace ya medio siglo parecen seguir el mismo camino que las de aquella República de ilusión.
Es el eterno cuento de la lechera, que no se limita solo a nuestro país. Miles de millones de seres humanos en el mundo entero siguen esperando algo tan sencillo como un futuro con menos desigualdad.