La semana pasada se anunció la cancelación del festival Brisadela. En esta ocasión, la causa fue la escasa venta de entradas. Sin embargo, la consecuencia vuelve a ser la misma de siempre: los jóvenes de Tudela nos quedamos, una vez más, sin un evento pensado para nosotros en nuestra propia ciudad. Y lo más preocupante es que ya no es algo puntual: empieza a parecer una constante.

Mientras en otros municipios de la Ribera se celebran festivales y actividades culturales cada año sin grandes contratiempos, en Tudela parece que siempre hay algún motivo que acaba por frustrar cualquier iniciativa dirigida al ocio juvenil. No se trata de un caso aislado, sino de una repetición cíclica que deja entrever una falta de estrategia clara y sostenida en el tiempo.

Nos llenamos la boca diciendo que somos la capital de la Ribera, pero, a la hora de demostrarlo con hechos -especialmente en lo que respecta a la juventud-, nos quedamos muy por detrás. ¿Cómo es posible que una ciudad de nuestras dimensiones no sea capaz de organizar y mantener eventos para los jóvenes? ¿Por qué tenemos que seguir marchándonos cada fin de semana a localidades vecinas porque en Tudela no hay nada?

Este no es un problema ocasional, sino estructural. No basta con improvisar soluciones a última hora o maquillar las carencias con anuncios puntuales. Tener un proyecto de ciudad implica planificación, constancia y voluntad política. Ir apagando fuegos no es gobernar, y vender soluciones temporales como si fueran grandes logros solo agrava la sensación de abandono. Y mejor no entrar a valorar la falta de un recinto ferial o de la inexistente Casa de la Juventud.

Los jóvenes no pedimos milagros, solo un compromiso real. Es hora de que alguien actúe. Porque si no se toman decisiones, el año que viene estaremos exactamente en el mismo punto: decepcionados, sin opciones y, cada vez más desconectados de una ciudad que debería ser también para nosotros.