Los principales responsables de lo que viene sucediendo en la Vuelta a España son la UCI (Unión Ciclista Internacional) y el propietario del equipo Israel Premier Tech. El principal organismo rector de este deporte, por mantener la licencia de una escuadra cuya presencia en competición (su aceptación es obligada para los organizadores por ránking) provoca un rechazo social por lo que promociona en estos momentos; y el empresario de origen judío Sylvan Adams porque, si ama el ciclismo, debería haber retirado a su equipo para evitar que una de las tres grandes pruebas por etapas se vea alterada y deslucida, además de exponer a sus ciclistas asalariados a cualquier accidente.

No son los que manifiestan su repulsa por la presencia en carrera de una marca que blanquea el exterminio del pueblo palestino a manos de Israel los responsables; es la pasividad de quienes no denuncian lo que ocurre en Gaza la que alimenta que ese clima de tensión a veces se haga incontrolable. A Rusia le echaron de los Juegos Olímpicos y de las principales competiciones de fútbol y baloncesto; a Israel le siguen poniendo una alfombra roja. La verdad es que resulta insultante poner al mismo nivel la seguridad de un carrera con la matanza planificada de palestinos. El director de la prueba habla compungido en rueda de prensa del daño causado a la Vuelta pero ni una sola palabra de condena al exterminio. Tampoco los ciclistas se pronuncian; alguno que ha sido victima de una caída por las protestas dice que le han chafado su ilusión; sobre los niños a los que matan de hambre, guarda silencio. No van a encontrar mejor momento para haber denunciado la matanza. Esos silencios también matan.