A los navarros, la jota nos pone la carne de gallina, sobre todo, cuando estamos fuera de nuestra tierra. Y no sólo a los que hemos nacido y vivido la infancia en la Ribera, porque a los baztaneses y paisanos del norte, tanto como las rancheras, las jotas les emocionan como al más pintado.
Los bienes patrimoniales de Navarra son incontables: desde el cohete del 6 de julio a las Bardenas; desde el Pobre de Mí, a la jota; y la jota es la prueba viva de ello. La bravura de la vena hinchada de tanto gritar cantando. Navarra es el pergamino, la música antigua, el rock and roll, Motxila 21 y la jota brava, como sus gentes. Como glosaba un escritor de Valladolid en Madrid “los vascos son pastores cabreados”.
Nosotros tenemos que decir en defensa propia: adiskide dena, ez da norena. Quien es amigo de todos no es amigo de ninguno. Ojo al parche.