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Cadenas y zurullos

Cadenas y zurullos

Decía Santiago Carrillo que no hay cosa más tonta que un obrero de derechas, entendiendo que un obrero es pobre por antonomasia y, por ende, sus intereses han de ser opuestos al capitalista de derechas.

Las redes sociales, con su avalancha de mensajes carentes del más mínimo raciocinio y que enturbian el beneficio que nos podría proporcionar el acceso al conocimiento y la cultura, juegan un papel primordial en el desarrollo humano intelectual y social. Valga como ejemplo aquel reto viral que se puso de moda hace ya una década de echarse un cubo de agua hirviendo sobre la cabeza. Esa memez fue una respuesta a la campaña que Pete Frates, enfermo de ELA, inició lanzándose un pozal de agua helada por encima para impulsar la investigación de la enfermedad en cuestión. Al poco tiempo, y como respuesta para intentar conseguir la fama, algunos y algunas no tuvieron mejor ocurrencia que cambiar el gélido elemento por agua hirviendo que ocasionaría graves quemaduras a sus descerebrados participantes.

Ahora parece que se está poniendo de moda como gracieta cagarse en la piscina sin reparar en que, una vez soltado el proyectil, deberán nadar (en su propio excremento) hasta alcanzar la escalerilla y, supongo que sentirse orgullosamente partícipes de la viralizada cuchufleta.

Ya lo dijo Carlo M. Cipolla hace medio siglo, calificando al estúpido como “una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí o, incluso, obteniendo un perjuicio”. Afirma así mismo el historiador económico italiano que la frecuencia de la estupidez en la Naturaleza es siempre la misma, independientemente de la dimensión del grupo y que se da el mismo porcentaje tanto en grupos muy amplios como en grupos reducidos.

Sin embargo, no estoy de acuerdo con esta última aseveración y, dado que en 1978 no todos los idiotas tenían un altavoz que los equiparase a la gente discreta que tenía algo que decir, le disculpo el desliz, pues estoy convencido de que el número de insensatos que hacen gala de su propia estupidez, está creciendo de forma alarmante en este siglo XXI. A tenor de la cantidad de gente humilde que vota actualmente a la ultraderecha, cuya máxima prioridad es bajarle los impuestos a los poderosos y perseguir a los emigrantes sin recursos, se aprecia un auge de la estupidez difícil de digerir.

Leí en algún sitio que la historia no se repite, que lo que se repite son las personas. Rememorando a aquellos que reclamaban la vuelta del rey felón, gritemos orgullosos: ¡Vivan las cadenas... y arriba el zurullo!