Me dirijo a vosotras, personas soberbias y poco empáticas que no dais ni media oportunidad a las personas que comienzan a trabajar con vosotras con una gran ilusión por aprender y a las que cortáis las alas por vuestra frustración.

Nadie nace aprendido, y cuando inicias un trabajo y las circunstancias obligan a no tener un apoyo laboral como es debido, solo puedes recurrir a preguntar continuamente y a meter la pata de vez en cuando, con el consiguiente disgusto por tu parte.

No tener en esos momentos un apoyo sino, al revés, unas miradas que culpan solo por preguntar, te obliga a dudar de lo que haces.

Hay que reconocer que, gracias a Dios, también encuentras personas que son todo lo contrario, se vuelcan en ayudar y en enseñar. Quiero creer que así son la mayoría, pero no puedo dejar de hacer referencia a estas personas porque hacen mucho daño.

Espero que vosotras, que sabéis quién sois, reflexionéis sobre la actitud que tenéis en el trabajo y la cambiéis, os sentiréis mucho mejor, os lo aseguro.