“Voy a sacar la pistola. Hoy, al final, hay tiros”. ¿Película de Mad Max? No. Un día cualquiera en el centro de la capital, entre las calles Tejería y Merced. En cualquier otro sitio, una amenaza de tiroteo supondría el despliegue inmediato de varias unidades de policía. En Pamplona, les cuesta llegar 15 minutos y aparecen solo dos agentes que, si no llegamos increparles los vecinos, ni siquiera se bajan del coche. ¿Su respuesta? “Estábamos a otras cosas” y “Si ya sabéis cómo se ponen, no os enfrentéis”.

Porque esta es una situación normal en nuestra zona. Desde el 2017, un edificio completo del final de la calle Tejería está okupado por un grupo de narcotraficantes. Dos de los pisos son del Ayuntamiento, dos son de propiedad privada, pero nadie hace nada para desalojarlos, pese a las innumerables denuncias del propietario y el vecindario.

Lo mismo te sacan un cuchillo al grito de “Hoy voy a matar a alguien”, que tiran excrementos por la ventana o se pasean a las 4 de la madrugada con la música a tope y un altavoz portátil. Son habituales, casi diarias, las broncas entre drogadictos, las peleas y los gritos, la basura acumulada en portales adyacentes, las amenazas solo por pasear el perro y “habernos mirado mal”… Los municipales, cuando vienen, apenas se enfrentan. El resto de cuerpos de seguridad dicen que llamemos a los municipales.

Las vecinas y los vecinos nos sentimos indefensos y desprotegidos. Hemos hablado mil veces con el Ayuntamiento: todo son promesas, pero quedan en nada. Nadie nos protege. Así que escribo en nombre de todas y todos los que vivimos con miedo en pleno centro de Pamplona. ¿Puede ayudarnos alguien, por favor? Este es nuestro último cartucho: lanzar un grito a la desesperada.