No me atrae nada su estilo de comentarista, el de Pedro Delgado digo. Hace años ya que me hubiera gustado que lo sustituyeran porque en mi opinión aporta pocos datos interesantes para el ciclismo y sus comentarios son en general más de corrillo de amigos que de especialista en el tema.

Pero como soy un seguidor del ciclismo desde tiempos del Tarangu, ahí lo he tenido que soportar una vez más en la Vuelta de este año. Aunque, a decir verdad, como muchas veces su rollito me resulta insoportable dejo de escucharle quitando el sonido, pero esto son rarezas de la edad. 

Este año, a su habitual falta de profesionalidad como comentarista deportivo, se han unido un montón de motivos para echarlo...

- Su falta de humanidad al enfadarse airadamente y preocuparse porque a los ciclistas se les molestaba, a los aficionados se les privaba del espectáculo o al campeón se le impedía saborear su triunfo. Mientras, por otra parte, mostraba frialdad al soltar palabras de su malestar con la masacre en Gaza.

- Su falta de respeto con las personas que se manifestaban en apoyo del pueblo que se está intentando exterminar, que critican la participación del equipo ciclista patrocinado por el gobierno que está perpetrando un genocidio.

- Su imparcialidad al criticar a las personas con banderas palestinas y no mencionar nada de las que portaban banderas israelíes.

- Su demagogia al defender la separación de deporte y política y tomar partido por el bando que apoyaba la participación del equipo que patrocina Israel, es decir, hacer política desde su sillón de comentarista deportivo en favor del estado agresor.

Espero que su discurso antidemocrático se vuelva contra él y alguien actúe para que dejemos de verlo en la TV pública. Pero, como diría él, “aomejor” no, “aomejor” no es así.