Como cada 25-N, nos encontramos por doquier con las cifras de denuncias de agresiones que crecen año tras año. “Es que se denuncia más”, nos dicen desde las instituciones, para a continuación decir que “las denuncias, como mucho, son un 12% de los casos reales” o que las chicas jóvenes no denuncian porque “no quieren que se les considere víctimas”.

A una parte de la sociedad, principalmente hombres, les interesa más señalar la nacionalidad del agresor para, como dice Ana de Miguel, hacer ver aquello de: “yo no he sido”. Otros callan para no estigmatizar al agresor. Sea como fuere, entre ellos, la fratría, se protegen. La víctima pasa a un segundo plano, al fin y al cabo solo es “una mujer o una niña”.

Las mujeres sufrimos maltrato de todo tipo, desde el físico al económico y en la expresión más cruda de la violencia, está la violación y el feminicidio. Nunca estamos a salvo de la violencia machista. No importa la edad o la condición social. Que seas una mujer anónima o una famosa.

En el último año han sido asesinadas, tanto mujeres mayores de 80 años, como chicas que no habían cumplido los 20. A las que murieron a manos de sus parejas o exparejas, el Ministerio de Igualdad las contabilizará como “víctimas de violencia de género”, pero no será así cuando los feminicidios los cometen hombres desconocidos para la víctima o los que han tenido otro tipo de vínculo diferente al afectivo con ella.

En este 2025, muchas de las mujeres asesinadas eran madres cuidadoras, asesinadas por sus propios hijos. Hemos conocido fallos en las pulseras de geolocalización también conocidas como de antimaltrato. Mujeres que habían denunciado y aun así, el sistema les falló. Casos de violencia vicaria, niñas y niños asesinados por su padre con el objetivo de dañar a la madre. Casos de menores especialmente vulnerables y mayoritariamente chicas, que, estando bajo la tutela de las instituciones, no son protegidas como debieran y caen en manos de proxenetas y redes de trata.

Vientres de alquiler, casos de trata con fines de explotación sexual, pornografía, prostitución. En pleno siglo XXI, vemos que las mujeres somos mercantilizadas, vendidas por partes para beneficio de un sistema neoliberal que además pretende hacernos creer que somos libres para hacer aquello que queramos, que suele coincidir con aquello que beneficia al sistema patriarcal. La sociedad no puede callar ante la violencia hacia las mujeres, y menos aún, el movimiento feminista.

No podemos apostar toda la denuncia a un día, el 25-N. Cada feminicidio, cada violación, cada fallo del sistema que debería protegernos, tenemos que denunciarlos alto y claro. Queremos una sociedad realmente igualitaria, libre de violencia hacia las mujeres, esa que se ejerce por parte de los hombres hacia nosotras por el mero hecho de ser mujeres.

Garenak Emakume Feministak*