Síguenos en redes sociales:

Con el corazón dorado siempre en mí

Con el corazón dorado siempre en míCedida

Quiero tatuarme en la memoria tu mirada de ilusión tan pura cada vez que me veías cruzar la puerta para visitarte. Ir a verte era disfrutar de tus historias de joven y de partidas de cartas infinitas. ¡Mira, aquí está otra vez!, decías. Jugar contigo a los seises era saber quién empezaba siempre la partida. Indudablemente el seis de oros caía una vez más en tus manos. No sé si era fruto del azar, pero me gusta más pensar en la suerte que era poder verte sonreír una vez más.

Ha sido un regalo poder haber vivido la vida contigo durante 92 años. Recuerdo con una sonrisa inmensa aquellos veranos en Lerín en los que me despertaba con el sonido de la yaya cosiendo en su Singer y tú, que ya habías subido de la huerta y traías un ramo de gladiolos frescos, fruta y verdura. Nunca habrá granadas tan buenas como las tuyas ni flores cogidas con tanto amor.

Eran veranos de escucharte recitar versos en la cocina mientras mi memoria los iba guardando en forma de recuerdo. Tus besos me pinchaban y eso te hacía reír porque estabas esperando a que te pidiera que te afeitaras. Por cada cumpleaños recibía tu llamada en la que siempre decías “con el corazón dorado los días te felicito”. Nos mirabas con un brillo especial y presumías de nietas diciendo que éramos “un ramillete de flores”.

Compartimos mandarinas que rodaban por la mesa de lado a lado y muchos momentos unidos en familia. Tú me enseñaste a hacer las cosas bien hechas, con gusto y disfrutando de ellas. A permanecer siempre cerca de los nuestros porque la familia es el mayor regalo que la yaya y tú nos habéis dado. Dales un abrazo fuerte a mi madre y a la yaya de mi parte, las echo mucho de menos. Espero que estés tranquilo y feliz. Espero volver a vernos en unos años. Ojalá hubieras sido eterno en tierra, yayo. Estés donde estés, eterno en mi memoria.

Te quiero mucho. Tú nieta Leyre.