la Escuela Navarra de Teatro celebrará el año que viene su 25º aniversario con una botella de Fanta y una bolsa de patatas fritas. La cosa no da para más. La eterna precariedad en la que ha vivido desde que levantó el telón se ve agravada por la falta de interés del Gobierno por su labor, traducida en un drástico recorte presupuestario. Según se recoge en el anteproyecto de las cuentas generales para el año que viene, la Escuela pasa de recibir 330.000 euros del Departamento de Cultura a tener que conformarse con 250.000. Por su parte, Educación y Catalán, su nuevo consejero, le felicitan por su cuarto de siglo con una partida de 1 euro. Esto es, 149.999 menos que este año. Queda en manos de la oposición intentar engrosar estas cifras vía enmiendas. Esperemos que Roberto Jiménez, tan aficionado a los teatrillos, tenga en mente a la institución.
Así las cosas, 2010 puede ser un año más negro que Otelo, el moro de Venecia. Las más de cuarenta nóminas que paga la Escuela, y también una parte de su programación y de sus cursos, se pueden ver en serio peligro de extinción, como le ha pasado al Auditorio Barañáin, abocado a una lenta agonía por la actitud hostil del Ayuntamiento de UPN.
Queda también por ver qué pasará con otros dos temas primordiales: el intento de conseguir una sede estable, que permita dejar de depender del contrato anual de alquiler a la empresa Saide; y el tan solicitado reconocimiento oficial de los estudios de teatro que se imparten en el Centro. Pérez-Nievas dio comienzo a una vía de resolución de estos dos asuntos en colaboración con los responsables de la Escuela, cumpliendo así el mandato parlamentario que se le trasladó en febrero del año pasado.
¿Qué actitud tomará Catalán? ¿Seguirá este camino iniciado por su predecesor o hará mutis por el foro? Lo sabremos en segundo acto, si llega a representarse, claro. Parece que a este gobierno le interesa más el Scalextric de Los Arcos que los "aburridos" temas de educación y cultura.