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Esta noche es Noche Vieja y mañana Dios dirá

En esta nuestra sociedad moderna, globalizada y consumista seremos más los que a medianoche recibamos el año con un buen champán o cava que con el agua nueva y purificadora, como hacían nuestros antepasados y todavía hacen en Urdiain y Etxaleku, donde mantienen la tradición. Otra muestra de la importancia que nuestros antecesores daban al líquido elemento es la creencia de que si en algún momento se llegara a romper el equilibrio en el que conviven las aguas de arriba y las de abajo (ur goiena eta ur barrena), desaparecería la vida sobre la Tierra. Hoy en día está claro que lo que nos pone al borde del precipicio son los cambios de los tipos de interés y cuestiones por el estilo. A otros muchos, muchísimos, sin embargo, la falta de agua potable es lo que les está matando.

Los ritos en torno al fuego tampoco son lo que eran. Antes se encendía un tronco en Nochebuena y se mantenía prendido toda la noche, o incluso durante días, para asegurar la llegada de un buen año. Era el tronco de Navidad, el Bazterreko o Xubilaro. Hoy en día para la inmensa mayoría el rito del fuego navideño consiste en encender la vitrocerámica y el horno para preparar el cenorrio y a pedir lumbre para el cigarro.

Una costumbre que sí se mantiene viva en algunos lugares como Leitza o Ronkal es la cencerrada de la víspera de Reyes. Unos dicen que es para ahuyentar los malos espíritus; otros, más pragmáticos, para que los Reyes Magos se enteren de que existen y no pasen de largo. Sea como fuere, es más interesante esta cencerrada que la que habitualmente nos dan los políticos los 365 días del año.

Con tradiciones o sin ellas, con costumbres nuevas o milenarias, la cuestión es que la llegada de un año nuevo siempre nos ofrece la oportunidad de poder empezar de cero de nuevo en muchas cosas, de poder cambiar, de poder mejorar. Que así sea. Que el Año Nuevo nos traiga paz y salud, que el resto ya intentaremos ponerlo nosotros, ¿no os parece?