EL 8 de septiembre de 1976 Nanda Devi Unsoeld dijo: me voy a morir. Poco después, murió, en uno de los campos de altura del Nanda Devi, la segunda montaña más alta de la India con 7.816 metros. Que se tenga constancia, es la única persona en la historia que ha muerto en una montaña que tiene el mismo nombre que ella. Nanda Devi Unsoeld, de 22 años, era hija de Willy Unsoeld, una leyenda del alpinismo, aperturista del Pilar Oeste del Everest. Nanda Devi no pudo superar una enfermedad intestinal, atrapada varios días por una tormenta en las laderas de la montaña que le dio nombre. Cuando le preguntaron a Unsoeld si pensaba seguir escalando tras la tragedia, contestó: ¿qué quieres, que me muera de un infarto bebiendo cerveza y comiendo patatas fritas mientras veo un torneo de golf por televisión? Toda mi vida llevaré el dolor de la muerte de mi hija, pero, si no hubiese sido mi hija, hubiese sido la hija de otros padres. La vida hay que vivirla y ella vivió. Sólo fue mala suerte. Fue feliz todos y cada uno de los días de sus 22 años de vida. Eso no le basta a un padre, pero le sirve. Tres años después de aquello, a los 52 años, Willy Unsoeld falleció en el Mount Rainier, atrapado por una avalancha. Una vez escribió: la muerte tampoco es un gran precio a pagar a cambio de una vida vivida a tope. Cuando pienso en que nos quieren hacer seguir trabajando hasta el umbral de los 70 años, gastando tanta energía en ello que sólo unos pocos serán capaces de no resistirse a la tentación de las cervezas, las patatas y el golf por televisión, comprendo todavía mejor cómo todo está perfectamente organizado para que nuestra libertad quede reducida a elegir con qué banco firmamos la hipoteca y qué marca de coche queremos. Y eso tiene un precio. Tan alto o más que llamarse Nanda Devi.
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