El lunes que viene se pondrá en marcha la nueva temporada de la emisora pamplonesa Euskalerria Irratia. Más de siete horas diarias de radio local en euskera con más de 150 colaboradores/as fijos voluntarios y cerca de 10.000 oyentes. Será la temporada número 25 y creo, sin temor a equivocarme, que podría ya figurar en el Libro Guiness de lo récords como la radio que más años lleva pidiendo una licencia de emisión sin conseguirla. En este momento está todavía en marcha el último concurso convocado por el Gobierno de Navarra para la adjudicación de nuevos permisos. Es el tercero en este cuarto de siglo. En abril finalizó el plazo de presentación de proyectos y el Gobierno se comprometió a dar los resultados en seis meses, así que para principios de octubre tendrán que decidir si una de las dos licencias que hay para la capital navarra es para Euskalerria Irratia o si de nuevo la vuelven a dejar en el ezpondón. Entre tanto se rumorea que lo que también está a punto de caer del árbol es un nuevo informe sobre la aplicación del Tratado Europeo de Protección de las Lenguas Regionales o Minoritarias Europeas. Será el tercero elaborado por la Comisión de Expertos del Consejo de Europa y cabe esperar, como en los anteriores, que hable de la difícil situación del euskera en los medios de comunicación y que le den un tirón de orejas al Ejecutivo navarro por su constante maltrato a esta lengua en este y en otros muchos ámbitos. Aunque no sean órdenes, sino solo recomendaciones, no queda bien no hacerles caso y pasárselas por el circuito de los Arcos (que viene a ser como el Arco del Triunfo en versión foral). Si queremos ser europeos tendríamos que hacer caso, nos guste o no, como en las cuestiones económicas. Resulta bochornoso que tengan que venir de fuera a decirnos lo importante que es conservar vivo un tesoro cultural como es el euskera, la lengua viva más antigua de Europa, y, al mismo tiempo comprobar, día a día, cómo nuestros gobernantes siguen empeñados en borrarlo del mapa del Reyno, sí o sí.