Podemos dormir tranquilos. Vivimos en un país seguro. El Gobierno indulta a los policías torturadores, condenados por torturas quiero decir, y el Consejo General del Poder Judicial reprende a los magistrados que se manifiestan en contra de ese indulto porque no es un asunto jurídico, sino gubernamental, político... Gracioso. Es todo un aviso. Bien es verdad que hubiese sido preferible que los magistrados, casi doscientos, se hubieran manifestado en otro momento contra la propia tortura, pero algo es algo. Se trata de dormir tranquilos y por eso no tenemos que ser demasiado exigentes con los negocios de la cosa pública. De lo que se trata es de que si bien les recorta las pagas, el Gobierno ampara a sus servidores, aunque sean delincuentes, sobre todo si son delincuentes. País seguro el nuestro donde el olvido es un deporte nacional. Somos expertos en pasar páginas y en mirar para otra parte.
Por eso hay que aplaudir que Gao Ping, el chino de oro, haya quedado en libertad gracias a un error judicial, apreciado esta vez de oficio, porque eso indica que el sistema funciona y la defensa del procedimiento es lo primero. Nos pueden las formas. El fondo puede esperar. Por eso han destituido al general que dirigía la revista Ejército, no por criticar el soberanismo de Mas, sino por hablar de política. Hay seguridad jurídica. Eso no se puede discutir.
Aquí lo de menos es si para que se aprecie un error judicial, uno de tantos, hay que tener a las espaldas un bufete de abogados tan de oro como el Emperador, pagado de la misma forma. Ese, el del oro, es el sistema judicial propuesto por Gallardón. Un sistema representado por una justicia ciega, sí, mucho, pero más para unos que para otros, y que en lugar de sostener en la mano una balanza, sostiene una bacaladera, uno de aquellos chismes ya obsoletos para pasar la tarjeta de crédito en plena calle, que es donde anda una multitud sin crédito alguno, al revés, debiendo las entretelas. Habría que hacerse con bacaladeras, a las que el difunto Francisco Umbral dedicó varias páginas épicas, pero lo cierto es que más que cobrar, lo que hacemos es pagar, por todo, sin descanso, hasta por lo malos tratos que recibimos.
Pero sigo con el chino. Antes de que nos hayamos podido enterar de la consistencia de la trama china de blanqueo y evasión de capitales (entre otras amenidades) capitaneada por Gao Ping, este queda en libertad en unión de once de sus secuaces más significados. Adiós muy buenas. El sistema funciona, insisto, porque en prisión quedan los más pringaos e imagino que va a ser muy difícil que nos enteremos del verdadero alcance de la trama y de sus verdaderos protagonistas.
Una trama que nunca hubiese podido funcionar sin el aporte y la ayuda de financieros o capitanes de empresa o lo que sea, pero españoles de pura cepa cuyos nombres, insisto, no creo que lleguemos a saber jamás. Y es que detrás del chino hay una nube de auténticos patriotas que mientras su partido en el Gobierno ahoga las pensiones, sacan fuera del alcance de Hacienda todo el dinero que pueden, no vaya a ser que las peores perspectivas económicas de ruina nacional se cumplan más pronto que tarde. Son previsores, lo que indica que el sistema en su conjunto funciona. Estamos en buenas manos.
Nuestros financieros saben lo que se hacen, piensan en el futuro, o cuando menos en su futuro, tanto como los de la hostelería Husa, que ante la posibilidad de que alguien pudiese emprender un boicot, han suspendido el homenaje al dictador Francisco Franco que se iba a celebrar en uno de sus establecimientos, una vez que, dado el ruido generado, se les retiró a los franquistas la autorización de hacerlo en locales propiedad del Gobierno. No están los tiempos como para que te boicoteen el chiringuito, como bien saben los de la telebasura que se querellaron contra quien ponía en peligro la financiación de su circo cotidiano. El de perder clientela es un lujo que nadie puede permitirse, y eso que el alcance de los boicots, como el de la desobediencia civil, es muy limitado.
Franco, un dictador que, con ayuda gubernamental y los buenos oficios de la Academia de la Historia (Real), ha quedado demostrado que no fue tan dictador, sino un autoritario, sin más. Por eso el Gobierno ha suspendido las ayudas oficiales a las tareas de memoria histórica. Es necesario ahorrar, y si el general Franco no fue tan criminal como parece que dicen que fue, no es necesario abrir sus fosas y mucho menos con dineros públicos.
Y otra señal de que esto funciona es la carta que el Sindicato Unificado de la Policía ha dirigido al Gobierno alertando de las enseñanzas criminales que reciben los cuerpos especiales en previsión de los disturbios callejeros que puedan producirse como respuesta a la política económica del Gobierno que, en cuestión de pocos meses, va a conseguir la cifra récord de siete millones de parados. Les preocupa que haya lesionados más desde luego entre los uniformados que entre quienes no lo son y pueden lanzar piedras. Y también les preocupa que esa violencia institucional provoque rechazo social. Todo un detalle, pero me temo que nada de eso es nuevo. Viene de lejos y forma parte del modelo social que impone el neoliberalismo. Sin control policial el sistema no funciona.
Siete millones de parados son muchos parados, y lo cierto es que, al margen de la amenaza más o menos cierta de disturbios sociales, no hemos oído una sola palabra acerca de política de empleo y creación de puestos de trabajo. Tal vez esperan que nos vayamos muriendo y haciendo sitio. Está visto que sobramos, que quien no puede pagar está de más.
Con todo, el sistema social y solidario funciona, por eso el Gobierno acaba de poner el tipo 0% de impuestos a los depósitos bancarios, después de haber hecho todo lo posible para que los defraudadores se entreguen (en balde). Por eso mismo, para cuidar el sistema bancario, a los estafados por la suscripción de preferentes, entre los que había gente disminuida, se les ha impuesto una quita de 10.000 millones. Pagamos. Por todo. ¿A quién protege el Gobierno? Indudablemente a la banca, y fuera de ella, a quien duerme el sueño de los justos.