Comunidad zombi-foral de Navarra
No sé si es así o sólo me lo parece a mí, pero las bombillitas de Navidad que han puesto por las calles no brillan tanto como otros años. Todo está más gris, como las noticias que llenan los periódicos; todo más quieto, más parado, como los 52.000 desempleados; más contenido, como los gastos.
Después de tantos años de euforia navarrrista (con tres erres), de todo va bien, somos los mejores, todos nos envidian… ahora estamos como cayendo en picado a Segunda División.
Ya sé que hoy estoy un poco pesimista, pero es que esta mañana tenía que hacer una gestión y he pasado por la antigua Estación de Autobuses de Pamplona, camino del centro de salud antiguo Solchaga, pero de ahí me han enviado al antiguo Hospital de Navarra. Dicho así parece que te van a hacer un torniquete con un trapo viejo y te van a poner cuatro sanguijuelas en la tripa, aunque ¿quién sabe?, con esto de los recortes y la privatización de la sanidad…
A vueltas con estos tristes pensamientos, de camino, he parado en una sucursal de la extinta Caja Navarra. Extinta, como los dinosaurios. Fulminada, saqueada, malvendida y absorbida. De lo que en su día intentó ser una flamante cancha ya no queda casi nada. La alfombra roja foral está descolorida, han desaparecido aquellos ordenadores blancos tan monos, que todavía no se sabe muy bien para qué servían, y en la máquina de café habían puesto un cartel de "no funciona". Eso sí, gente había a barullo. En las ventanillas, dos trabajadores agobiados. No sé, quizá además estaban preocupados pensando si ellos también estarán entre los noventa empleados que van a deportar a Barcelona. He cogido número y he visto que tenía casi treinta por delante. Me he ido, claro. "¡A la porra las gestiones!" he dicho, y me he ido a pasear a las extintas huertas de Aranzadi, a no ver las antiguas lechugas, pasando por la sede de Viálogos Gestion de la Eficiencia SA, ahora empresa extinguida también.