como idea se las trae. Pero eso es lo que ha dicho el ministro de Justicia para justificar sus impopulares medidas. Y lo ha dicho como algo ineludible, como si ese doloroso reparto no fuera un gaje del oficio, sino el oficio mismo. Tal vez se refiriera a la mujer que, por causa de un desahucio, se acaba de suicidar en Málaga, y a la familia de la fallecida. Solo así se entiende que el gobierno, lacayo de la banca, ni se plantee el asunto de la dación en pago o la reforma de la vetusta Ley Hipotecaria, que el mundo financiero encuentra de pronto con satisfacción que no es tan vetusta ni tan obsoleta, al revés, les resulta tan moderna que les viene como anillo al dedo, como si la acabasen de dictar ayer mismo. Por parecido motivo, la reforma del Código Penal tiende a modelos punitivos medievales y eso que no se habla del actual sistema penitenciario o de la práctica de interrogatorios extremos (queda bien el eufemismo y se entiende que es lo que importa), que también reparten dolor, y mucho.

Y del dolor no salimos. Resulta que si las hemerotecas no mienten, Rajoy dijo hace poco más de un año que iba a traer la felicidad a los españoles. Eso dijo. Se creía un rey mago o como tal venía, una especie de Papa Noel, un hombre anuncio, una falsificación de mercaderes con un cuerno de la abundancia debajo del brazo. La realidad muy otra: no ha tomado una sola medida que signifique siquiera de lejos un mínimo de bienestar a los españoles. Pero Rajoy dijo tantas cosas que una más poco importa. Las ha incumplido todas, como le recuerda un vídeo que corre que es un gusto por la Red: impuestos, puestos de trabajo, pensiones, bancos... todo era mentira o algo peor en un gobernante: se trataba de palabras aladas de un cínico incompetente a quien lo mismo le da una cosa que otra porque no tiene el menor respeto ni a sus votantes ni a quienes no lo son.

Este "repartir dolor" ministerial añade algo turbio a un país que arde y se resquebraja, es una oscura amenaza sobre nuestro porvenir más inmediato. No es cosa del pasado, no es tanto el dolor repartido, sino el que van a repartir. El gobernar es posible que lleve consigo ofrecer esperanza, dar seguridad a los gobernados; el someter no. Lo propio del sometido es vivir en la inquietud y el miedo; miedo al presente y al futuro, al dolor. Tenemos que acostumbrarnos a vivir a oscuras, literalmente a oscuras, porque como no tenemos minería ni nada de precio para vender, además de las multas por todo y por nada, nos van a sisar en la cuenta de la electricidad.

Hablan de repartir dolor pero no dicen una sola palabra de creación de puestos de trabajo. Es más, la ministra de Empleo se ha permitido el lujo de no asistir a ninguna de las cumbres europeas de ministros del ramo, aunque mirándolo bien, se entiende que prefiriera ir a un cóctel de lujo. De qué empleo va a hablar esa ministra si no tiene ni la más remota intención de crearlo, si toda su actividad gubernamental se ha cifrado en la destrucción de puestos de trabajo. Se ha ahorrado una serie de bochornos. Con alemanes de por medio o sin ellos, el Gobierno español no hace sino facilitar la destrucción de empleo, algo que ya apuntaba, aunque llamándolo de otra manera, el Díaz Ferrán, desde la palestra de la CEOE: hay que abaratar el despido, hay que promocionar los empleos-contratos-salarios basura, hay que mantener a la población al borde de la indigencia, con el agua al cuelo, pero no ahogada, aunque también ahogada, porque sobramos.

Sí, lo nuestro es la precariedad y el cumplimiento riguroso de las leyes, mientras los poderosos eluden el pago de impuestos, evaden capitales, como si fuera un derecho exclusivo, como si estuvieran por encima de la ley que a los demás obliga: el Díaz Ferrán no pagó nada en el año 2009. ¿Por qué seguimos pagando? ¿Por qué seguimos pagando mientras el gobierno tiene una lista de grandes defraudadores contra los que no hace nada? Porque lo de la lista de defraudadores que enarbolaba Montoro-Barnes es un farol. Esa lista completa no se va a publicar.

Sobramos, decía, porque de lo contrario deberían explicar cómo van a absorber y a reincorporar no ya al mercado laboral sino a la sociedad, a los millones de parados que ahora mismo hay en el país. Digo reincorporar porque los parados están ya fuera, lo pintemos como lo pintemos.

Falta de empleo y una certeza ya apuntada desde hace mucho tiempo en esta página: van a hacer falta dos o tres décadas para que nuestro estado de bienestar se recupere a niveles de 2008. Mucho tiempo. En diez años se prevé que haya unos 18 millones de españoles con riesgo de padecer exclusión social. Ahora mismo es el 21% de la población el que está en el umbral de la pobreza. Se habla de riesgo de fractura y de resquebrajamiento de la paz social, pero esa fractura se consumó hace tiempo. Por lo que respecta a la paz social, tendríamos que hablar de milagro o de prodigio o de fenómeno paranormal. Que lo explique Iker Jiménez.

Los que pertenecen a la casta del partido en el gobierno consideran con desdén que estas son cosas de ONG y que como tal deben ser tratadas. Las ONG, ya sabemos... Ellos están por encima de las ONG, aunque hubo ministro que a ellas se refirió cuando de ocuparse del desastre que se avecinaba se trataba.

Mientras tanto, los defensores del pueblo se reúnen para proponer una medidas destinadas "a paliar un problema de gran dimensión", como es el de la negativa del gobierno a reformar las leyes que permiten los desahucios y el despojo de domicilio, cuando de un derecho constitucional como es el de la vivienda se trata. Acabado el negocio de la construcción (o eso es lo que parece porque hay zonas en las que se construye de manera imparable aunque no se venda), ahora se especula a la baja con las viviendas que han sido desalojadas -inmobiliarias, subasteros, mafias- y la rueda continúa mientras la deuda del despojado aumenta de manera que salvo en el terreno de la economía sumergida no tiene futuro alguno.

Y lo más chusco e irritante de todo es que esta situación tiene responsables políticos -la misma banca acusa ahora a Aznar- y financieros, y estos no van a comparecer en los tribunales. En lugar de eso, nos toca vivir a oscuras y para el dolor que reparten los ministros darnos al bálsamo del tigre de la indignación que por ahora no va a parte alguna, la que enciende, dicen, las redes sociales mientras los amos se parten de la risa.