Humo
Andamos al humo, no precisamente a quitarle, que decían los del contrabando de tabaco, sino a padecerlo: estamos envueltos en humo. Humo informativo, humo judicial, humo político y quienes lo echan, en él desaparecen. Se van y no hubo nada, humo. Hasta cuando creemos tener las cosas claras, estamos tratando con humo.
Cómo no sospechar que con el asunto del Bárcenas hay gato encerrado, que no es precisamente el buen funcionamiento de las instituciones lo que ha hecho que salgan a la luz unos movimientos de capitales cuyo origen se pierde en las conjeturas audaces y en el humo de las patrañas oficiales, en el decirse y el desdecirse, en el negar las evidencias de manera cuanto más grosera, mejor.
La auditoría del Partido Popular de su propia contabilidad es un insulto redoblado a la ciudadanía. Si de dinero negro estamos hablando, qué demonios de rastro contable puede haber dejado un dinero de origen dudoso, pastoreado con voluntad opaca. Ninguno. Lo contrario sería de idiotas o de gánsteres redomados. Lo propio del sistema del sobre-entendido es no dejar huella.
Humo es llamar "errores no acertados" a las trapisondas financieras de la Caja de Ahorros de Navarra, como ha hecho un dirigente de la derecha navarra. Eso es humo léxico para ocultar una fechoría de grandes proporciones. A no ser que la falta de acierto sea precisamente que se hable de ello. Estamos de nuevo en que hay cosas que no son delito más que si te cogen. No, no son "errores no acertados", se trata de mala gestión y de una firme voluntad de beneficiarse de un sistema que permitía, a quienes en él estuviesen instalados, aprovecharse de la trama institucional de la que la Can ha sido una de sus piezas más codiciadas, aunque no la única. A ese sistema la Barcina le ha llamado ahorro. Es posible. Solo que esa forma de ahorrar solo ha estado al alcance de unos pocos, de ellos. Su misma descripción de los hechos les delata. Estaban ahí por imperativo legal y jamás pusieron en duda que ese sistema podía no ser del todo decoroso, era legal, estaba sancionado por leyes y cuerdos mercantiles y políticos hechos exprofeso. De no ser por el ruido social, ahí seguiría el "error no acertado" con su apariencia de negocio redondo por encima de toda sospecha.
Con decoro o sin decoro, para quienes detentan el poder y nos someten, el alza imparable del número de parados representa el éxito de las políticas económicas del Gobierno, no un rotundo desmentido a los optimismos de ocasión destinados al engaño ciudadano. Si no lo lees no lo crees, y leyéndolo menos. En su mercado laboral, el país va a la ruina mientras la banca gana, como en las películas de casinos y de gánsteres (viene en todas).
Y con la ruina nacional llegan los salvapatrias. Dicen de manera muy sesuda que les preocupa la salud de la democracia, la quiebra social, el riesgo del estallido, cuando lo que de verdad les inquieta, y mucho, es verse apeados de la espesa nube social, política y económica en la que llevan metidos toda la vida. Ahora les preocupa nuestra vocación democrática y hasta ayer juraban por la bondad del sistema del que se beneficiaban, del que todavía se siguen beneficiando, tal y como estaba, dañado, esquilmado, abusado. Eso no les preocupaba. Aquí no se trata tanto de democracia como de no perder el momio. La democracia no está en peligro, quienes estamos en peligro somos nosotros. La democracia se fue al garete desde que las instituciones quedaron en manos de tramas financieras transnacionales, y que para defenderla fue preciso organizar un sistema de medidas policiacas tendentes no a defender a la ciudadanía de agresión alguna o a garantizar sus derechos, sino a la clase dirigente; y en concreto a protegerla de esa otra parte de la ciudadanía a la que se le han arrebatado derechos conquistados con una lucha esforzada, convertidos en negocio privado. Lo que está sucediendo con las cocinas del Hospital de Navarra no es más que un botón de muestra de lo que se nos ha venido encima. En Cataluña hay que pagar diez euros por el sillón del acompañante del enfermo. Hay gente que lleva toda la vida pagando no precisamente para eso.
Ceguera o cinismo hecho encaje de bolillos el de la Barcina al decir que la petición de esclarecimiento de lo sucedido con la Caja de Ahorros de Navarra, y en general con todo el sistema de enriquecimiento personal de los protagonistas de la política navarra, es cosa de la izquierda abertzale. Es decir, la voluntad desestabilizadora del denunciante impide por el momento el saqueo por sistema. Burdo. Mucho. Eso está muy gastado. Ese timo ya no cuela. Ya lo soltó con lo de Pejenaute, a quien no le ha quedado más remedio que desistir de sus acciones judiciales para no empeorar las cosas. Los tribunales son un terreno pantanoso. En ellos, las cosas te pueden salir no del todo como pensabas. Ahí, papel arriba, papel abajo, puede aflorar lo que no estaba previsto que aflorase, como le está pasando al Urdangarin, esposo de una hija del Rey de España. De vergüenza ajena. Un patán. Sin proponérselo las partes, aparece de pronto el verdadero rostro de quien acude en defensa de sus derechos y sus honores, como Aznar, a quien no le atañe ni le afectan sus mentiras en relación a la invasión ilegal de Irak. Pero el pasado se destruye a medida que el presente se lo traga. Humo.
Humo y más humo. Los salvapatrias se aprestan a predicar el optimismo. Hablar desde el presente blindado de una vida solucionada y sin cuidados es muy fácil. Suena a desvergüenza, pero eso qué importa. No es esa la voz de buena parte de los seis millones de parados que adornan el lujo democrático de la derecha española, la famosa voz de la calle. De hecho no sé cuál es su voz porque no sé cuál es su voto, pero si este fuera acorde con su suerte, con su perra suerte, el partido en el Gobierno y su régimen político autoritario habría sido barrido del mapa político y no ha sido así, no es así. Ahí siguen, aferrados a su mayoría parlamentaria, ejerciendo la violencia institucional, llamando a la revuelta permanente.
Humo es también juguetear con la oportunidad o inoportunidad de una moción de censura, de un adelanto electoral, de la formación de un frente de izquierda donde todavía esto es posible y puede ser eficaz y es necesario, urgente. Si no es ahora, ¿cuándo? No estaría mal saberlo. "¡¿Cuándo es cuándo, carajo?! ¡Ahora es cuando, carajo!". Esto se oye mucho en la calles y carreteras bolivianas, con sonoro acompañamiento de petardos.