La gran orquesta
Ya no sé si lo importante es que el Partido Popular no expediente a la alcaldesa de Quijorna por su exposición de asuntos relacionados con el franquismo y el nazismo -y un homenaje de paso a "los Caídos", que todos sabemos quiénes son y quiénes no- o que ésta no tuviera conciencia de hacer nada malo, porque para ella era un homenaje "a la Defensa". O sea, otro cargo público del Partido Popular con un nivel de instrucción o una capacidad mental "a lo Mariló".
Y el PP gubernamental no la expedienta porque todos tocan en la misma orquesta. Unos el bombo estruendoso, otros la travesera o el místico violín, pero la orquesta, la negra orquesta es la misma y la sinfonía que tocan, la del miedo, la del abuso, la de la violencia institucional les está saliendo muy conjuntada por muy disléxico que sea el director de orquesta. Les ha sobrado tiempo para ensayar su inacabable La ópera de los canallas. El suyo es un montaje a todo lujo. Escenografía de un tiempo de borrasca y ruina. Coros y danzas también aquí, con su sección femenina, de peineta y mantilla, como hoy mismo, y con muchos solistas por las esquinas que no desafinan, sino que hacen su numerito. Todo ayuda. Es la Gran Parada de la infamia.
Las redes sociales ofrecen testimonios de la implicación de miembros de las fuerzas de seguridad en foros de extrema derecha. Basta ponerse a buscarlas. Los que las cuelgan ruegan máxima difusión. Esas imágenes de policías elogiando "al tío Paco" e insultando a Catalunya no son perseguidas como lo son otras que denuncian esas actividades que deberían ser siempre ilegales aunque reciban amparo institucional.
Junto a todo lo anterior, en la bancada más de voces broncas que graves, los llamados ultras, por lo visto dentro de la legalidad constitucional, no como los manifestantes de Madrid que pedían el fin de la monarquía, se declaran dispuestos a derramar sangre por España si Catalunya consigue expresar su deseo de independencia. Esa es su amenaza. La van a presentar en sociedad -puesta de largo, gran gala- en Barcelona, aprovechando la manifestación del 12 de octubre que coincide con la beatificación de 522 mártires de una iglesia que no ha pedido perdón por haber participado, brazo en alto, en el crimen organizado del franquismo.
País de las dos medidas éste. Si tienes poder, puedes enriquecerte gracias al puesto político que ocupas con la cobertura de la magistratura que no considera delito lo que sí puede serlo en quien no goza de estatus político gubernamental o filo gubernamental. Las cosas como son. Eso es lo que hemos sentido muchos con el carpetazo judicial dado a la causa que implicaba a la pícara Barcina y a los de su camada, porque camada son, en el enriquecimiento indecoroso y oscuro, a la sombra de la ingeniería financiera practicada en la Can. Hemos entendido el mensaje: no se pueden tocar las cuestiones que son de Estado, y que gobierne la cuadrilla de la Barcina en Navarra lo es, con o sin la complicidad del PSOE/PSN: la política navarra se decide en Madrid, no en las urnas.
Entre tanto, no sé si se han fijado, la querella argentina contra los torturadores está sacando a la luz "honorables" ciudadanos condecorados, que están siendo acusados directamente por su víctimas. Por eso el Galindo, condenado en firme por el asesinato de Lasa y Zabala a más de 70 años de cárcel, sale en libertad condicional después de cumplir 4 añitos sin que valgan para él las doctrinas Parrot, sino otra doctrina, la de la camada, la de la negra orquesta gubernamental. Entre tanto se persigue a una organización de ayuda a presos de ETA: detenciones a bombo y platillo y puestas en libertad por la gatera. Silencio. Silencio mediático. ¿No empieza a pesar el silencio y la manipulación mediática que padecemos?
Si algo de bueno tienen estas indigeribles noticias de unos hechos que nos dejan más catatónicos que indignados, es que salen a la luz auténticas infamias, aunque la reacción mayoritaria sea una cada vez más preocupante indiferencia práctica. Una cosa es lo que bulle en las redes sociales (que confundimos con la realidad) y otra muy distinta lo que lo hace en los círculos del verdadero poder, el que cuenta con ejércitos de matones para abrirte la cabeza, desde donde se declara inconstitucional una manifestación que pide un cambio de régimen y la abolición plebiscitaria de la monarquía. Es demasiado pedir. Y por eso la pedimos, desde aquí, sea o deje de ser inconstitucional.
El cambio de régimen, de constitución, de modelo de Estado, plenamente laico -no como ahora, primero lacayuno de las sacristías y ya confesional con descaro y recochineo- y republicano, sobre todo republicano, es una prioridad política, un objetivo que no admite ni aplazamientos ni mejores momentos.
Mientras la orquesta toca y la repulsiva compañía ejecuta su ópera indecente, el país, diga lo que diga Garrigues, que vive, como todos los de su casta, en el mejor de los mundos posibles, cae a sus niveles más bajos de aceptación internacional. Las burlas contra Rajoy, burlas y veras, por él puestas en bandeja, se repiten de manera machacona porque hace el ridículo en todos los foros a los que acude para sacarse el puro de la boca y, a cambio, soltar necedades. Luego nos cuentan otras cosas, pero en el escenario hace el ridículo. No en vano, a raíz de sus mentiras sobre los ordenadores del Bárcenas lo han calificado como "La persona más desinformada de España (posibilidad poco probable, pero sin embargo turbadora)... o uno de los mentirosos menos competentes que hayan ocupado jamás un puesto de gobierno". Un gobierno que ha presionado a periodistas extranjeros para no publicar algunas de sus más necias respuestas creyendo que iban a morir al palo, como hacen los nacionales que aceptan no preguntar sobre lo que les ordenan y no se plantan.
Fuera y dentro de España le dicen a Rajoy que lo más decente sería irse, pero él se queda y la pícara Barcina en su cortijo foral, también, y se enroca para seguir cobrando, porque si no es para esa legítima ambición de no dejar de ganar dinero, no se entiende. Y la nave, a la deriva, con la orquesta tocando a todo tocar, mientras el público se ríe del blandito cerebro de la Mariló Montero porque la ópera tiene sus pasajes bufos que nos impiden pensar en quién la puso ahí, en quién y cómo la mantiene en ese puesto público, si no es para que nos riamos de su irredimible mentalidad paleta y de sus pocas luces.