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Año de traca

Año de nieves no sé si ha sido este que dejamos atrás, pero de traca sí; de traca, de palo, de frustración, de miedos, de ruinas y de involución política y social. Dejemos a un lado las pamemas de fin de año, los píos deseos y el chinguelbel. Yo me acuerdo de algunos de los que más cerca tengo que lo han perdido todo, no tienen trabajo o lo tienen precario y no lo van a recuperar. En ellos veo a otros miles que están en parecidas circunstancias o peores. ¿Han leído En la orilla de Rafael Chirbes? Léanla y verán que, al margen de una calidad literaria indiscutible, ahí está todo, lo de ahora mismo y de qué polvos y polvorones viene este cieno en el que chapoteamos y todavía resistimos como podemos. Pienso ahora en quienes no tiran la toalla y arriesgan el palo y los multazos, y con ellos el poco de bienestar que les queda.

Año de traca y año triunfal, poético año triunfal el del Partido Popular de los corruptos representados por el cínico que nos gobierna y que hace buenos los versos de Jaime Gil de Biedma: media España ocupaba España entera... qué lejos y qué cerca, qué optimismo el nuestro o qué miopía el pensar que aquel mundo crepuscular de caspa y sacristía había quedado atrás.

El año nos lo han cerrado con dos discursos oficiales que han sido como portazos en la narices: el de un maleante sin escrúpulos y de un personaje en derrota, ya poco deseado, ni él ni su estirpe.

Portazo de más o de menos, ha quedado claro que a la ciudadanía le importa cada vez menos el guiñol navideño que cada año montan con el Borbón quienes viven de la monarquía, y su discurso de naderías y banalidades escrito por alguien empeñado en que la burla y el engaño permanente a la ciudadanía no cese. Blandenguerías, mazapanes... no se dirigía a ciudadanos, sino a súbditos sumisos y abnegados. Rajoy no le fue a la zaga.

Ambos omitieron asuntos de bulto, como si se dirigieran a ciudadanos de otro país en el que muchos no vivimos, un país para ellos tan invisible como inaudible por muy rudos aldabonazos que se les den en la calle y en el mismo Congreso de los Diputados. Ni ven ni escuchan, porque no quieren; buscan imponer una realidad que les es contestada desde dentro y desde fuera del territorio nacional.

La fractura social de la que habla Rajoy no depende de los pujos independentistas de Cataluña. La fractura social la han consumado ellos con sus políticas económicas restrictivas en descarado apoyo de la banca y la clase dominante a ella adherida, y con una legislación represiva que ampara su violencia, e involucionista con descaro en el caso insultante de la ley del aborto de Gallardón que ha causado alarma en Europa: "Abuso de poder" titulaba The Times. En él vivimos.

Para despedir el año, el presidente Rajoy, en su arenga televisiva se ha ciscado en plan festivo en los parados y en aquellos que todo lo han perdido; en las familias de los suicidas cuya cifra no deja de crecer aunque la ocultan -¿Hemos alcanzado ya los 4.000? Creo que sí-; en los enfermos que se ven desatendidos por la decidida voluntad de convertir la sanidad en un negocio; en los desahuciados, más de 40.000 en lo que va de año, a razón de 185 diarios y 29.000 desalojos; en los que se ven abocados a la mendicidad, a los comedores sociales y a los bancos de alimentos; en los miles de familias que viven en patera dependiendo de la pensión o ingreso de uno de ellos; en los independentistas y en los que piden otro modelo de país y cambios sustanciales en la Constitución; en los inmigrantes de las cuchillas, de los centros de internamiento y de la clandestinidad a la que obligan sus políticas restrictivas; en los emigrantes jóvenes y menos jóvenes que se han marchado del país en busca de un futuro y una vida mejores; en las familias de los enfermos mentales seriamente amenazados con ser declarados peligrosos sociales; a los miles de personas que han perdido sus ahorros víctimas de la estafa institucional de las preferentes que ha beneficiado a la elite económica de un país que la fiscalía encubre y protege en sus más que evidentes corrupciones... Rajoy se ha ciscado de bareta brava. Burla negra la suya brindada a la clase social que le apoya y en cuyo beneficio gobierna.

Por su parte Gallardón ha cerrado el año con el solemne portazo de su ley del aborto que hace retroceder la cuestión de ese derecho extremo a tiempos del franquismo. La mujer no decide. La mujer a fregar o poco menos, y si no lo dice, lo piensa, como lo piensa y lo dice la jerarquía eclesiástica que le apoya y cuya gestión de votos nacionales busca el Arrumi este. El retroceso es evidente, pero no solo por la penalización extrema de la interrupción del embarazo, sino por la consideración que se tiene de la mujer y sus derechos como persona. Algo más que machismo de gañanes. País este de la doble y la triple moral que no ha conseguido desasirse de las riendas religiosas. Solo de contemplar este aspecto de la cuestión, el asco sube de grado.

Lidia Falcón escribió hace días un lúcido artículo cuyo comienzo lo decía todo: "No creí que se atrevieran". Ni ella lo creía ni muchas mujeres y muchos hombres con ella. Pues sí, se han atrevido a eso y a mucho más, porque, como dice la escritora, los franquistas no se habían ido, no había desaparecido de escena. Se atreven a tanto que el propio Rubalcaba va fundando su propuesta electoral en la derogación de todas las leyes dictadas por el Partido Popular.

Por su parte el arzobispo de Pamplona ha festejado la ley Gallardón participando de manera activa en un escrache en forma de rosario frente a la clínica abortista que tuvo que abrirse en Pamplona porque en la sanidad pública no se practicaban interrupciones del embarazo previstas en las leyes, no sé si por un miedo generalizado a las consecuencias sociales o por una cuestión también generalizada de objeción de conciencia, me da igual. Lo que me importa es que esos escraches ya venían siendo denunciados sin consecuencia alguna y que esta es una forma de protesta que a los demás se nos prohíbe. Si vamos a su palacio a darle la cencerrada porque no nos gusta lo que hace y dice, seguro que nos apalean y nos multan. Unos pueden manifestar de manera coactiva sus reclamos y otros no. Una muestra más de la arbitrariedad que ha implantado el régimen policiaco del Partido Popular.

Y en esta situación terminó el año, peor de como empezó y con la amenaza de que lo que nos propone esta gente es el asco de nunca acabar.