Vamos a contar mentiras
Una vez más y para variar porque forman parte de nuestra vida cotidiana: la patraña, la ocultación, el tapadillo, la hipocresía y la falsedad de la más elemental información que se nos debe, si todavía tienen la desfachatez de llamar a esto régimen democrático y no policiaco, o dictadura a secas, porque por mucho que votemos, eso ya no significa gran cosa.
Pero empecemos por una verdad, y de la buena: «Le dije que los datos de Hacienda Foral no estaban disponibles para uso particular». Es una frase que lo resume todo: la desvergüenza y la pillería sistemática de un Gobierno y de sus componentes que, como suele suceder entre carteristas avezados, se querellan por injurias contra aquel al que acaban de robarle la cartera y tiene la suprema osadía de gritarles. ¡Al ladrón!
Una vez más el meollo no es su falta de decoro, su prepotencia, sino el haber sido descubiertos y esto para variar, está acabando en la cuenta pendiente de la izquierda abertzale y de la ETA. Ellos solos se han bastado para aparecer en porreta, idénticos a ellos mismos, repulsivos, pero no, todavía quieren sacarle réditos electorales a su propia patraña, como ya venían haciendo en medios de comunicación de Madrid antes de que su desvergüenza saltara de nuevo a la palestra. El fantasma de ETA, agitado por manos de tahúres, sirve para silenciar el vocerío de las corrupción... Está ya todo muy visto y muy dicho.
¿A quién creer? ¿A Nieves o a la panda de la pícara Barcina y de sus pícaros? Indudablemente a Nieves, no porque nos guste que la Barcina y los suyos queden desenmascarados y de esa manera haya motivos sobrados para echarlos, que es de lo que se trata, sino porque lo dicho por la funcionaria suena más que verosímil: el escenario, los antecedentes, las asesorías, la tela de araña tabernaria... Se lo dijo en el tugurio donde se han cocido pactos y negocios forales, no un mercado, sino un Patio de Monipodio.
Puede que haya motivo sobrado para una reprobación o para convocar y celebrar nuevas elecciones, y hasta es factible que a este precio de pozo negro se consiga un cambio, no sé si social, o solo una recomposición parlamentaria, asunto este que ya aburre. Puede que sí y puede que no. Es muy difícil hacer de adivinador del porvenir en una timba de tramposos. Estamos escaldados, pero no escarmentados, y es posible que al final sea lo que quieran los navarros y puede que sea lo que quieran populares y socialistas en Madrid, y para variar, no nos rebelaremos.
Y a propósito de mentiras descaradas. La única manera de saber la verdad de lo sucedido en Ceuta hubiese sido llevar a tres inmigrantes supervivientes (por lo menos) al congreso a contar lo que padecieron por parte de la GC cuando intentaban entrar en territorio español o ya habían entrado. No sé si sus señorías les habrían escuchado o se habrían ido a mear. Igual ni hubiesen estado presentes porque solo oyen lo que les interesa. Y lo que pasó en Ceuta solo le interesa a una oposición de ciudadanos decentes y a los inmigrantes. Además de mentiras, ¿ha habido manipulación de pruebas? Que los representantes gubernamentales y la policía han mentido queda fuera de toda duda, salvo que cierres filas con ellos y hagas de la mentira verdad de obligado cumplimiento, marca España genuina esta. La amenaza de querellas es una bravuconada maliciosa por parte de un chulo con tufos pegoteados al cogote -marca España también esta y signo inequívoco de encontrarnos en presencia de alguien repulsivo: los uniformes sirven para identificar a quien los lleva-. Una bravuconada y un tapabocas de mala traza, pero uno más. Han mentido, dentro y fuera del Congreso, pero esto es tan habitual, tan rutinario que ya carece de importancia. Sale gratis. Nos estamos acostumbrando a que cuando nos juran una cosa, es lo contrario y a vivir en el acertijo y en la charada. Es mala costumbre, deja huella, se transmite como una tara. Es difícil construir nada sobre esa ciénaga.
Ni dimiten, ni los echamos, se quedan... y decimos por ahora para consolarnos, y ya iremos viendo, si nos dejan y no nos vemos obligados a tragar de nuevo.