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El Chupinazo está que arde

es cosa conocida que en Pamplona lo que se repite dos o tres veces se convierte en tradición y lo de birlarle el Chupinazo a los representantes de la izquierda abertzale tiene pinta de ir por ahí.

La pionera (¿cómo no?) fue Yolanda Barcina en el año 2000 cuando aprovechó que Osasuna acababa de subir a primera división para cederles a ellos el honor, saltando así el turno que le correspondía a EH, segunda fuerza del consistorio. Y al año siguiente le vino como anillo al dedo que el Portland San Antonio hubiese quedado campeón de Europa de balonmano para ofrecerles también a ellos el mechero. Después ya, por lo visto, se les había pasado el turno a los vascos y fue Robertico quien prendió la mecha en 2002.

En 2010 los propios ediles de la recién ilegalizada ANV solicitaron dejarles el balcón a los representantes de la Comparsa de Gigantes, que celebraba su 150º aniversario, propuesta a la que nadie se negó.

Y este año, que le tocaba a Bildu, Maya le ofrece al Chupinazo a la Cruz Roja, con una decisión que huele más a castigo de unos que a celebración del aniversario de los otros.

Ya circula por ahí una propuesta para los pescadores barbudos: que descuelguen una ikurriña gigante con los colores cambiados, en la que la cruz del centro sea una gran cruz roja. A ver qué pasa.

Posdata: revisando los periódicos de hace cuatro años, me he topado con estas dos noticias: "Pamplona es la candidata con menos votos para ser Capital Europea de la Cultura 2016" y "El Plan de Viabilidad cree 'garantizada' la autofinanciación del Museo de los Sanfermines". De aquellos proyectos sólo nos han quedado unas hoscas de 725.000 euros por parte de la candidatura y de 4,82 millones de eurazos que se malperdieron en aquel proyecto estrella y estrellado de Barcina. Parece que han pasado siglos.