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Las Marchas de la Dignidad

Hace semanas que decenas, centenares, y unos cuantos miles de ciudadanos se echaron a las carreteras españolas, con pancartas, banderas autonómicas y republicanas al hombro camino de Madrid con la sana intención de copar su centro. Objetivo cumplido. Eran parados, desahuciados, víctimas de los recortes sanitarios, de las ruinas, las privatizaciones, las estafas institucionales, currelas, jubilados, funcionarios, jóvenes... y viejos jóvenes.

Las marchas han sido ampliamente silenciadas o desdeñadas por los medios de comunicación nacionales, cuya mayor difusión, se dijo, fue la radio de onda corta de los antidisturbios. Hay que decirlo para saber quién está con quién, y quién no.

Es del dominio público que quien va más allá de los límites constitucionales es el propio gobierno del partido al que pertenece el González de los áticos que preside la comunidad de Madrid y que tiene el cuajo de comparar las Marchas de la Dignidad con los neonazis griegos. Un desvergonzado que representa a la clase responsable de esta estafa. El González de los áticos y su partido tienen mala memoria y poca o nula conciencia de sí mismos, porque quienes practican de manera asidua actuaciones no ya autoritarias en extremo, sino propias de un régimen policiaco, son ellos. Para dictadura y violencia, la suya. Un régimen que miente, agrede y viola impunemente la Constitución convirtiéndola en papel mojado. Han fundando un régimen policiaco. Que esto último no haya tenido consecuencias políticas, gracias al entreguismo social, no cambia nada... "Queremos trabajar, pero con dignidad".

Las Marchas de la Dignidad tratan, entre otras cosas, de empezar a sacudirse ese régimen, de poner en escena un verdadero cambio social. Los extremistas que decía un granuja gubernamental pedían trabajo, vivienda, sanidad, educación, servicios públicos y no negocios a costa de los menos favorecidos, libertades individuales y que la crisis la paguen quienes la han provocado... todo lo que ha sido recortado y pisoteado y que ahora mismo es el colmo de lo subversivo: "Diles que se vayan... de una puta vez".

Frente a esa genuina demostración popular, pacífica, democrática, la indeseable de siempre preparó un "potente dispositivo" de 1.750 uniformados en el que con seguridad no faltaron infiltrados ni provocadores no identificados, lamentablemente. No en vano estaba prevista la asistencia de observadores internacionales que en otras ocasiones han sido expulsados del territorio nacional con impunidad de régimen dictatorial, para comprobar si el derecho a manifestación se respeta en este país, algo por demás dudoso.

Las marchas han circulado entre el apoyo popular y la hostilidad gubernamental y de clase, por no hablar de la mala fe policial que retuvo sin motivo o sin otro motivo que fastidiar, 100 autobuses. Han contado con muchos apoyos también y una eficaz organización, incluida la de abogados que aconsejan algo que ya es una rutina y que debería enseñarse en las escuelas: que hay que negarse a declarar en las comisarías si no se hace con asistencia plena de abogado con el fin de impedir abusos y que el detenido se vea amedrentado e intimidado, y declare en contra de sus intereses. Hay que dar batallas judiciales y administrativas, hay que dar batallas en todos los frentes, en la calle y en las instituciones -más fuerza y más dureza en la oposición... y en los sindicatos- sin servilismos, sin falsas maneras: "No es una crisis, es una estafa".

No sé si estas marchas han servido o van a servir para algo. Son un principio, eso desde luego. Más sólido de lo que parece. Creo que la ocupación de la calle, la multi ocupación, es un paso más firme que la desobediencia civil que no sé en qué puede consistir, en la medida en que los actos administrativos a los que se podía desobedece se generan con independencia de la presencia activa del ciudadano que desea rebelarse. No pagar la luz, te la cortan; no pagar impuestos, te los detraen; no hacer la declaración, se genera automáticamente; simpas en transportes públicos, tienes la paliza y la multa aseguradas; no... ¿qué más? Me gustaría saberlo. Cuando las urnas solo justifican el abuso sistemático del Gobierno, se impone una rebelión pacífica, y necesaria, y un estado de revuelta social permanente: "Sí se puede".