O aguas menores y mayores. Tema menor para la delegada del gobierno de Madrid era la fuga del hijo del ministro Galardón, después de tener un accidente, con la connivencia de los policías (una vez más) que la ampararon. Y con ese mismo espíritu de chulería institucional sin duda lo es el indulto del guardia civil que grabó a carcajadas una agresión sexual por ser hijo de un cargo del PP; y el caso de los granujas de Citroën que utilizaron la imagen de la mujer que perdió un ojo por un pelotazo de los Mossos para hacer publicidad; y la pretensión del PP de Tarragona de confeccionar un censo de mendigos y sin techo para expulsarlos de la ciudad; y las multas exorbitadas de los que protestaron contra el impune escrache arzobispal de Ansoain; y... y tantas cosas: el pozo negro de la CAN o las carcajadas que provoca que Artur Mas haya avisado que: « Si se nos niega el derecho a votar, habrá conflicto».
Crucigrama. Vertical. Cuatro letras. País dominado por granujas: este.
Y de los temas menores a los reales, a los de la triste realidad del poeta. Este que ahora empieza con una legitimidad discutible, lo hace mal, con patrañas, blindaje mediático y mucha represión callejera. Más parece estar fundado en una dictadura que en una democracia. Ni el padre del actual Borbón consiguió ser el rey de todos los españoles ni «construyó los cimientos» con los que se consiguió la «reconciliación entre todos los españoles», porque ni se consiguió ni se va a conseguir. La fractura social hace mucho que dejó de ser una amenaza para ser una realidad de plomo. Se podrá silenciar a los españoles disidentes, republicanos, a quienes quieren otra forma de gobierno y de organización territorial, como se han silenciado de manera abusiva todas las voces republicanas al tiempo de esta última mojiganga monárquica. La ruptura y el enfrentamiento están servidos. No hace falta ser adivinador del porvenir para augurarle al nuevo Borbón un reinado poco apacible.
Y por si lo anterior fuera poco, el Borbón ha jurado algo que no está en su mano o que es un saco de humo: respetar los «derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas». Si quienes de hecho tienen sometida a la población no respetan esos derechos, sino que los pisotean día a día, porque sí y porque a pesar de estar sancionados en la Constitución, son irreclamables, qué va a hacer él. Nada que no sea bambolla de protocolo de la que estuvo a rebosar su discurso de coronación vestido con uniforme militar, para que no haya lugar a dudas de cual es la legitimidad de esta monarquía.
El uso de medidas represivas, tanto las preventivas como las de la ya rutinaria brutalidad policial, le resta legitimidad al acto de la coronación. La alopécica concentración monárquica de la Plaza de Oriente y la manipulación de información gráfica, no son tan significativas como el lameculismo desvergonzado de todos los medios de comunicación que han cerrado filas agresivas en torno a la monarquía y que auguran lo peor para un futuro inmediato. Ya sabemos cómo va a ser o estar el nuevo país, como estaba y si cabe, más marcado por la brutalidad policial, la represión, las prohibiciones. Mientras el Borbón sonríe a su tendido, a los de abajo, a esos de los que dice que va a respetar sus derechos, les apalean y les van a seguir apaleando mientras tengan la osadía de abrir la boca para protestar por los desahucios, las preferentes, los recortes sanitarios, la falta de empleo, la pobreza... No me extraña que la plaza de Oriente estuviera tan desguarnecida, tal y como se vio en imágenes de televisión que, oh milagro, dejaron de verse.
Y hay más, ¿Qué es eso de que en este país cabemos todos, cuando se apalea de mala manera a quienes no desean su monarquía? Este es un país de cada vez más difícil reconciliación. Entre los lambiscones cortesanos del besamanos real unidos a los sonrojantes aduladores de los medios de comunicación progubernamentales y los apaleados y reprimidos, hay un abismo ya insalvable. Este es un régimen que hace aguas y que solo se mantiene por la fuerza, por la inseguridad jurídica, a golpe de decretos, a multazos... a golpes. En este país, más que una Biblia al alcance de la mano, hay que tener un Código Penal con sus leyes concordantes... y aun así. Monarquía constitucional no, la corona esconde una democracia totalitaria de nuevo cuño.