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Consultas y celebraciones

Rajoy y los suyos se felicitan de los resultados del referéndum escocés de la manera más hipócrita posible, porque no han permitido ni van a permitir una consulta como esa ni en Catalunya ni en ningún otro territorio.

Para ellos no ha sido el triunfo de un sistema democrático, de un verdadero pacto social, a los que son ajenos. No, no les conmueven las verdaderas y honorables razones de fondo de la consulta escocesa, sino que les contenta el unionista por sí mismo, por encima de sus votantes incluso. Se felicitan de que en abstracto triunfe el estado constituido con voluntad de ominosa eternidad, la continuidad de lo que no da más de si, más que a base de fuerza por encima de lo que quieran o dejen de querer los ciudadanos.

Y con Rajoy y los de su partido están los partidarios anti secesionistas porque sí, aquí y fuera y lejos de aquí, algo muy de la derecha centralista, autoritaria, bancaria, funeral, porque este es un país que recorta derechos y libertades de sus ciudadanos, aplasta a los cada vez más numerosos desfavorecidos, pero de la muerte de los pillos, los tramposos de la banca y los abusadores de los derechos sociales de los trabajadores hace funerales nacionales, grandes, auténticos acontecimientos de estado. Los elogios fúnebres ocultan las trapacerías, los delitos que no fueron de verdad perseguidos en su día, su participación decisiva en la destrucción del estado del bienestar en el que el ejecutivo no estaba ni mucho menos solo, su violencia institucional.

El derecho a decidir no está en el programa del actual gobierno y mucho me temo que tampoco en el que venga, a no ser que un amplio frente de izquierda, un auténtico frente popular, les arrebate el poder y acometa las reformas y cambios que el país necesita, empezando por derribar, en las urnas a ser posible, la monarquía.

No se permite el ejercicio y la articulación del derecho a decidir porque aquí no existe una verdadera cohesión social, sino una situación de sometimiento y de agravio permanentes. Las castas sociales dominantes no pueden permitir nada que las socave o derribe. Prohibirán la consulta catalana, la llevan prohibiendo desde hace meses, con amenazas graves que enseguida ocultan porque a ellos mismos les asustan, pero conseguirán con eso aumentar el estado de agravios irreparables en el que se sustenta una parte más que significativa de la sociedad catalana. El divorcio Catalunya-España es ya algo más que un hecho y la ruptura definitiva cuestión de tiempo.

Ahora mismo, la política gubernamental es la del agravio permanente. Se agravia individualmente y se agravia a colectivos y territorios. Se impide el ejercicio del derecho de autodeterminación y se pretende acabar con regímenes forales, como el navarro, con la complicidad de sus gobernantes, lacayunos del poder central, que no lo defienden de manera clara y eficaz, y miran para otra parte de manera pánfila lanzando globos de colores en los que ni ellos mismo creen. Se vendieron. Hace tiempo. Se vendieron y no se atreven a defenderse con fuerza, ejerciendo una verdadera y sólida oposición. Y eso no es nuevo. Han venido diciendo de manera arrebatada que defendían Navarra frente a sus fantasmas de ocasión que, como no atacaban, no comprometían a nada y sumaban votos. Les salía barato. Cuando el régimen foral es de verdad atacado, tiemblan, bajan la voz, no saben defenderlo. Les falta gallardía moral.

Ni me creí que la independencia de Escocia supusiera un riesgo de la clase que fuera ni para la Unión Europea ni para la comunidad británica, ni me creo que la catalana u otras lo sean. El riesgo es que las independencias suponen una refundación nacional y supranacional sobre bases legales, políticas y sociales distintas a las actuales y estas sí, estas suponen un peligro para el actual establishment de poderes económicos, financieros, mediáticos, todos pilares de un sistema político neoliberal y autoritario. Ahí está el verdadero riesgo, el temible peligro de un cambio social.