Para más inri
Poco ganamos con reírnos de que Mariló Montero, la presentadora del canal público, sostenga que inri es lo que se pone en las esquelas, en lugar del QDEP, que ella creyó ser una firma con iniciales y que ha dado lugar a divertidísimos retruécanos que hacen de la presentadora un personaje de Santiago Segura, del estilo de Jesulín de Ubrique, que también era pródigo en donosuras.
Diga lo que diga en su torpe defensa, no puede negar que sus disparates se han ido acumulando con el tiempo y nutren ya una desopilante antología, que acaba resultando más triste que otra cosa, por mucho que asuma con franqueza ser la “bufona nacional”; algo que, insisto, tiene mucha menos gracia de lo que parece.
El problema no es ella, el problema es de quienes la mantienen en un puesto que se paga con dinero público, desde el que regala al país con muestras de algo que no son solo lapsus, sino demostraciones de una instrucción impropia del puesto que ocupa. ¿Lo hacen adrede esperando las enormidades que colocan a esta mujer en primera plana para regocijo del público? Tal vez sí. Un tanto cruel en todo caso.
Al margen de las siempre divertidas salidas de Mariló Montero, quienes detentan el poder nos regalan todos los días con algún inri. De hecho vamos de inri en inri, como quien juega a una oca siniestra en la que siempre cae pozo, oscuro, bien oscuro.
Como no tenemos estaño ni metales valiosos, el Gobierno, además de buscar petróleo donde más perjudica y con resultados inciertos -como en el franquismo: ¡petróleo en Burgos!? poco, mejor las morcillas y sobre todo esa gran industria nacional, ese negocio inagotable: la cosa pública-, recurrió como fuente de ingresos saneados a las multas, habida cuenta de que todo el puede no paga impuestos y se jacta de ello, y si hay que arreglar, lo hace por la gatera, la de los ricos.
Ahora, cuando Rajoy va predicándoles a los chinos la recuperación económica milagrosa del país, el Gobierno adjunta al PIB los movimientos de dinero de la prostitución y las drogas en manos tradicionales de mafias de varias nacionalidades, que en este paraíso engordan que es un gusto y benefician el decrépito sector inmobiliario. Y los chinos no se dejan y hacen bien, saben de qué va la cosa, incluso de mafias, mucho además; mafias a las que el propio Gobierno puso en la calle no fueran a tirar de la manta famosa y de las que nunca más se supo. Parece mentira que el presidente del Gobierno crea que la China es como una feria de pueblón en la que él tiene el papel de barraquero astuto.
País saneado el nuestro, ese al que a la manera de Luis Cernuda, el poeta, pertenecemos con desgana porque no podemos ser otra cosa, y en el que a un forofo del golpismo y un aplaudidor de acusados de torturas, se le asciende a coronel de la Guardia Civil con mando en plaza, después de haber sido sancionado, en balde, por paellero de golpistas en un acuartelamiento del Cuerpo. Aquí ni se persigue ni se sanciona la apología del golpismo, porque el golpismo está en el corazón mismo del Gobierno y su tarea. Ya no hace falta sacar tanques a la calle, con lograr la mayoría parlamentaria todo se hace por lo legal, y por la misma razón que se dan pucherazos, se retiran leyes, como la del aborto, no por convicciones políticas o religiosas, sino por trile electoral.
Y si Santiago Segura usa a Jesulín de Ubrique en sus películas para que haga de descerebrado, la alcaldesa de Zamora, del partido Popular, dice que cada menstruación es un aborto y sostiene que tal cosa tiene bases científicas y sigue, sin inmutarse, de alcaldesa, y junto a ella, en este retablo de maravillas, el obispo de Alcalá, para no ser menos, sostiene que el mundo está en manos de un lobby gay que, al modo de los Sabios de Sion, lo gobierna de la peor manera posible, infernal, y compara el Tren de la Libertad con los trenes de Auschwitz, asunto este en el que la jerarquía católica haría bien en callar, a menos que hablara con verdad. Pero aquí todo es posible, todo tiene público dispuesto a aplaudir a los de su trinchera, porque este es el país del despropósito y del desplante chulapo. Y los inri se acumulan y esta parada circense solo se puede entender en clave de esperpento, de siniestro esperpento.