Síguenos en redes sociales:

UPN cuesta arriba

“Ni en mis sueños, a pesar de lo soñadora que soy yo, tengo que me vayan a aprobar el presupuesto” dijo ayer la consejera Lourdes Goicoechea con voz melancónica. Y hablando también de presupuestos para el 2015, Enrique Maya sentenció con su habitual tono de eterno cansancio: “Si tuviera que definir mi estado de ánimo respecto al presupuesto, diría que escéptico. Vamos a dejarlo en escéptico”. La última curva de la legislatura se les está haciendo muy, pero que muy cuesta arriba a los líderes de UPN. Y estos no han sido los únicos que han aparecido fatigados o encrespados estos días delante de las cámaras. Ahí tenemos a Arizcuren, José Iribas y Yolanda Barcina atacando la propuesta de modificación de la Ley del Vascuence como gatos escaldados: que si va a haber una “demanda artificial inducida con objetivos políticos”, que si va a ser un gasto terrible, que si las pobres ikastolas de la zona no vascófona (ahora las defienden) se van a resentir, que si se van a crear conflictos en las pequeñas escuelas rurales, que si se va a extender el ébola? (ah, no, perdón, esto último no). No nos dejemos asustar. Los resultados inmediatos serían, por ejemplo, que terminara la situación surrealista de Mañeru y Cirauqui que tuvieron que cerrar sus escuelas por falta de matrículas, mientras todas las mañanas los escolares se tienen que desplazar en autobús hasta Puente la Reina-Gares para poder estudiar en euskera, la gran mayoría de ellos. Otra consecuencia sería que muchas familias de Mendigorría, Artajona y Larraga pudieran quedarse en su pueblo, o en uno próximo, o que, por lo menos, vieran aliviado todo el gasto de transporte y comedor que actualmente les suponen los desplazamientos y que sufragan de su bolsillo. Esas serían algunas de las consecuencias de la reforma. Terroríficas, ¿eh?