Alfonso Guerra, que se ha hecho rico con la política y el estar callado, acaba de decir que admiraba a la duquesa de Alba porque la difunta se puso el mundo por montera, algo que, no creo ignore, consistió en su faranduleo de lujo, entre taurino y flamenco, y la exhibición jatorril de sus privilegios de clase. Triste idea la que tiene este nuevo rico de lo que es una rebelión personal y más triste todavía de lo que es un país ya abominable. Yo creí que lo suyo era Mahler, pero se ve que es Paquito el chocolatero. ¿Tuvieron alguna vez, él y sus secuaces, intención de cambiar de verdad el país que se les entregó con ilusión? Lo dudo. De hacerse ricos en cambio no me cabe ninguna duda, hasta ahora mismo. En cambio, Guerra no dijo que si la duquesa se dedicó con pasión a la farándula y a la farra, y a nutrir ese devocionario de los lerdos que es el Hola, fue porque le protegía el dinero (mucho), y la posición social (intocable). El ponerse el mundo por montera, el ir en la dirección contraria, la verdadera rebelión, además de ser otra cosa, cuestan caro.

España de charanga y pandereta, esta, de cerrado y sacristía (y abusos sexuales al calor de la sotana), devota de Frascuelo y de María. La exorcizó Antonio Machado hace cien años en un poema memorable. Y así sigue hoy, rancia y mentecata, más proclive al milana bonita que a la rebelión, y a jalear al amo, por el hecho de serlo, que a plantarle de verdad cara.

La muerte de la duquesa ha puesto de relieve esa España repulsiva, la de los chulos y las chulerías, los desplantes taurinos y el aplauso de un pueblo de plebeyos enriquecidos o empobrecidos, eso es lo de menos, encandilados con la Pantoja hecha mártir, que se quedan entre el éxtasis y el pasmo ante el espectáculo del recitado ritual de la alcurnia ajena o el poder o el dinero, sin preguntarse jamás de dónde viene ni cómo fue a parar a esas manos. Y encima ven como una agresión lo que es esfuerzo personal, por ser poco espectacular y un gesto de soberbia me temo.

Esos fastos han sacado a la luz la desmesura en la propiedad de unas tierras en cuyos alrededores viven miles y miles de jornaleros con el agua al cuello, tal y como ha denunciado Diego Cañamero, líder del SAT andaluz, señalando que la fallecida representaba al estamento social, más incluso que una clase, que mantiene acogotadas a decenas de miles de familias andaluzas, sometidas a un régimen de falsa ciudadanía y servidumbre real.

Honras fúnebres de aparto y lujo, con pendones, reposteros, policía y sillones de respeto para la duquesa jatorra, convertidas en espectáculo de masas y así tratado.

Entre tanto a una anciana de 85 años la desahucian de su piso de Vallecas, con acompañamiento de violencia y abusos policiales, gracias a que un préstamo usurario de 40.000 euros se convierte en una deuda de 77.000 que permite al usurero quedarse con un piso valorado en 170.000 euros. Negocio redondo y un drama familiar que destapa la realidad del país: mucha pobreza, despojamiento y desvalimiento progresivo del más débil, mucha policía para proteger el abuso institucionalizado y jueces y juristas y cargos electos cómplices con todo lo anterior.

La gente lo está pasando muy mal, dicen desde el gobierno, mientras ellos y los suyos se forran y los índices de pobreza crecen. Esta es la realidad y decirlo es demagógico, sobre todo para quien vive libre de cuidados. Aquí ya todo es demagógico, populista, bolivariano, independentista... y marxista, según afirma un cretino con el bolsillo lleno sin esfuerzo alguno. La época de las burlas y los desprecios está pasando a mejor vida.

¿Esto no hay quien lo cambie? Tal vez sí, solo tal vez, porque una cosa son las ganas que tenemos de cambio y otra los programas concretos y la capacidad de llevarlos a la práctica. Hay que hablar más de una refundación nacional que de un mero cambio de sillones y palestras. El cambio pasa por acabar con los mismos a lo mismo. Si las últimas encuestas son veraces y no están manipuladas, al menos en este territorio el cambio social y político parece posible, y eso que buena parte del programa se desconoce. Cambio, programas, ambiciosos, valientes.