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Las perlitas

Las perlitas y los perlitas, y sus perlas. Se ve que este es el país de las perlitas, esto es de las perlas, necias, negras y venenosas al cabo, por no decir que es pura y simplemente el país de la mala intención y patria eterna de Caín, hecho esperpento permanente.

No habría sido yo el único que creía que las perlas, entre necias y disparatadas, eran patrimonio exclusivo de Mariló Montero, que después de haber sembrado las redes de descacharrantes declaraciones clama ahora por su prestigio, cuando es precisamente esa sucesión de muestras de pavorosa incultura desprejuiciada lo que le da, a todas luces, su innegable prestigio. Se ve que quienes la emplean cuentan, a fecha fija casi, con la perla del día que se desparrama por las redes. La última la del aroma del limón que sirve para prevención el cáncer. Eso no es solo frívolo, sino malévolo.

Pero se ve que estábamos equivocados, a la Montero le ha salido de pronto, como seria competidora, la alcaldesa de Redueña, Mercedes Pérez, del Partido Popular por supuesto, conocida ya como la Perlitas, que ha aparecido en público para mentir e intentar denigrar a Pablo Iglesias acusándole de suspenderla “por llevar perlitas”, lo que denota un pobre nivel cultural y una rara bajeza moral, la misma de la que han hecho gala quienes han publicado un falso desnudo de Teresa Rodríguez para desprestigiarla, colmos estos que ya no asombran a nadie. A dentelladas. Todo vale. A desvergüenza no hay quien les gane, se aplaude como arrojo intelectual.

Y así, una detrás de otra. Cuando calló (más o menos) Jesulín de Ubrique con sus gloriosas declaraciones sobre todo y sobre nada, le sucedió la Belén Esteban con su corte de palmeros y su desparpajo de baja instrucción. Los informativos se han nutrido de las incesantes muestras de un grotesco espectáculo arrevistado dudo si con la intención de quitarle hierro a la realidad indigerible de un país siniestro, porque en la práctica lo hacen más siniestro si cabe. Basta asomarse a una tertulia televisiva para ver que los cultivadores de perlas dominan las palestras, cosechando de una parte el aplauso de un público entregado y de otra la triste risión de quien ve en ello el mejor ejemplo de la destrucción cultural de un país: Torrente y su caspa, su sebo y su mugre.

A los ronquidos de Belén Esteban y al limón milagroso de la Montero, en esta barraca de monstruos y atrocidades en que han convertido no ya la televisión, sino la vida pública de este país, le sigue el obispo de Alcalá que no solo comparó el Tren de la Libertad con Auschwitz, sino que afirmó que hay que quitarles el voto a las mujeres, noticia esta que volvió a salir días pasados en prensa. Las perlas homófobas de la jerarquía eclesiástica son clamorosas con sus métodos curativos de depravaciones homosexuales y sus “clubes de hombres nocturnos”... incluso han llegado a culpar de los abusos de pederastia a los propios niños. Mienten a sabiendas, que no otra cosa es la propaganda negra.

Y si delirantes y malintencionadas son las perlas políticas y eclesiales, no le van a la zaga las de Eduardo Inda que acaba de asegurarnos el talante democrático del general Francisco Franco, responsable de una pavorosa represión, porque convocaba elecciones de cuando en cuando, y las ganaba. Inda cierra filas con los que nunca han condenado el franquismo, al revés. Por su parte, los pertinaces insultos machistas de Alfonso Rojo son perlas de baba que demuestran la bajeza moral de quien abre la boca. Hernando, portavoz del PP en el Congreso no le iba a la zaga... la lista de los y las perlitas es muy larga. Pero además de las burlas, detrás de las perlas hay una voluntad de denigrar de ofender, un recochineo viejo y una inquina cainita que se ve no ha podido ser erradicada... porque falta intención de hacerlo.

Entre unos y otros componen un eficaz retablo del esperpento nacional, como si la expresión de la vida pública, además de a las retorcidas mentiras y a la estafa permanente, se hubiese reducido a eso. Y es que lo de esta tropa de donfiguras y Perlitas no son perlas, son genuinas expresiones de un clima nacional: piensan lo que dicen, vaya que sí, y encima, además de aplaudidos son votados, y gobiernan.