‘Candy crush’
es el juego que está de moda, y se juega en todas partes y a todas horas, es el juego preferido de la buena sociedad... ¡A lo loco! ¡Celia Cruz! No, Candy Crush y la Villalobos y los que con ella cierran filas de la desfachatez.
Y si en Amanece, que no es poco es el pregonero del pueblo quien hace saber que, de orden del señor cura, dios es uno y trino, para cosechar se seguido el aplauso de la Guardia Civil y las ganas de bailar de las viudas, aquí, en este fenomenal esperpento, la Villalobos, alto cargo del Congreso de la nación se dedicaba a matar el aburrimiento pardo jugando a Candy Crush, tras unirse en una dulce aventura por el reino de Candy, este, carajo, este, mientras su amo, el repulsivo Rajoy, mentía por enésima vez al país con el aplauso de sus secuaces, que lo mismo estaban viendo porno, ya total qué más da.
Porque si hacemos caso a las instrucciones publicitarias del juego que está de moda en la buena sociedad, aquí de lo que se trata es de “desbloquear el Mundo de Ensueño, y escapar de la realidad junto al búho Odus”, Mariano Rajoy para la ocasión y para servir a Dios, el del Boletín Oficial del Estado, y a usted no, sino a quien pague.
Rajoy, sí, personaje cada vez más de un espectáculo grotesco, arrevistado, de una fantástica astracanada, ciego y sordo al país que de hecho preside, gracias a las urnas y, entre otros, al no menos repulsivo Fernández Díaz, cuyo mayor logro social ha sido la imposición de la ley mordaza, una ley que en la practica reduce de muy seria manera las libertades individuales y sociales de los españoles y ya ha causado alarma en toda Europa.
“Díganme una libertad o un derecho que este proyecto de ley recorte, porque estoy dispuesto a retirarme inmediatamente”, dice el ministro Fernández, alias Escachapuertas. Solo un cínico puede decir semejante cosa y seguir en su puesto. Pero es tan repetitivo que ya da igual. Está tan cubierto por sus secuaces, se ha impuesto tanto el decir una cosa y hacer lo contrarío que esa baladronada de gallera no tiene ya, en la práctica, importancia alguna. En efecto, para el partido del gobierno, la ley mordaza no representa recorte de derechos y libertades porque todos los que avasalla no los considera ni derechos ni libertades, esa es la cuestión. Todo tiene trampa, hasta los caramelos del arrebuche festivo.
Y por lo que se refiere al encubrimiento de la indecencia que supone jugar a Candy Crush durante el debate de la nación desde un puesto relevante, el de los secuaces de la Villalobos que la han justificado diciendo no ya que puede hacer dos cosas a la vez, sino que puede hacer lo que quiera. No, lo que quiera no. Hay, entendemos todavía algunos, un decoro exigible a quien dice actuar en nombre de la ciudadanía. Un decoro del que está visto carecen, del portavoz gubernamental a la que por aburrimiento juega a los caramelos, a alimentar a la rana Casty.
Matar el aburrimiento pardo, el del casino de los tratantes y los rentistas, “escapar de la realidad”, dice el Candy Crush. Eso hacía la Villalobos desde su puestazo en el Congreso, pagado a doblón, ajena no ya al debate, sino a la realidad misma que Rajoy encubría con sus palabras y sus postas: la pobreza creciente, la falta de verdaderos puestos de trabajo, el abuso bancario, la violencia institucional, la corrupción, el recorte de derechos y libertades, el enriquecimiento indecoroso de una casta a la que gracias a las urnas pertenecen... Para eso, para aguantar esa realidad sombría que para ellos es solo murga, mejor, “¡Combina caramelos para hacerlos explotar!”.
En resumen, si tienes un puesto político, haz lo que te plazca, miente, cobra y “descubre los niveles del Mundo de Ensueño”, el del reino de Candy, este, el del Viva mi Dueño, el del teatro de Manolita Chen, el del caloret y la pólvora, el de Dios y su creacionismo explicado en el BOE, en el que sí se puede hacer varias cosas a la vez, como es practicar el parasitismo social y cobrar por ello.
“Acabarás chupándote los dedos”, dice la publicidad del Candy Crush. Eso no sé, pero viendo a la Villalobos y a sus secuaces, si juegas en ese juego de arrebuche en que han convertido la política, chupando del bote sí acabarás, y de qué modo.