me dice un conocido que en un suplemento dominical dicen que asistir a un servicio religioso “aumenta la vida”. Así, en plan: mire, vaya a un par de servicios religiosos a la semana y mano de santo (nunca mejor dicho), que llegará a ver casarse a sus nietos. ¿Qué tipo de servicio religioso? En muchos sitios, la mutilación genital a las niñas es un acto religioso y social muy respetable. Pero se me hace difícil ver otra cosa que un ataque a esas mujeres y la negación total de su vida, y además comporta riesgos médicos. La historia que cuenta Fátima Djarra en La indomable debería ser de obligada lectura en todos los sitios. Tenemos la suerte de que Fátima esté en Pamplona y haya hecho pública su historia con la ayuda de Médicos del Mundo Navarra, porque si no muchos pensarían que esto era cosa de otros países. No: ese otro mundo tan terrible está en este. Y solo denunciándolo y luchando con quienes combaten contra este tipo de servicios tendremos más y mejor vida. Qué menos.

Otro prescriptor me llama la atención sobre ese fenómeno de los programas donde un famoso hace gracietas para mayor gloria del vigoréxico presentador y de paso monta un batido lleno de cosas naturales y verdes, fabuloso brebaje que es más que el Bálsamo de Fierabrás o el agua de la Fuente de la Eterna Juventud juntos. ¡La vida eterna a sorbitos! Es un fenómeno importado; desde hace años las dietas o tablas de ejercicio o ayurvedas variados de las y los celebribobos han sido siempre promocionados sin más. Ni siquiera hace falta decir “con aval científico”, porque nos gusta copiar de quien tiene éxito. Tremendo error, pues deberíamos copiar de quien lucha por un mundo mejor. Y eso no viene ni en batidos ni en colorines de domingo, sino en historias de lucha como la de esas mujeres indomables.