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¡En Pamplona por San Fermín..!

Ya sabemos cómo sigue o cuando menos lo saben muchos de los mozos que a estas horas habrán tenido este periódico en la mano, a modo de porra o de yo qué sé, para correr delante de los toros. Mejor los toros que las porras, esas que no han trabajado estos sanfermines, a instancias de la autoridad, las que al presidente Rajoy le hubiese gustado ver persiguiendo ikurriñas por las calles, como en años anteriores, asunto este que se olvida con demasiada facilidad. Ayer fue ayer, sí, pero no nos gustaría que regresara.

Me hace gracia que estas líneas, junto con otras, hayan estado en manos de los mozos, que igual las han leído e igual no, lo más probable es que no. Eso sí, a quien ande con un bestondo de barreno, casi mejor le aconsejo que no lea, no vaya a hacerse los sesos agua, y que mire las fotos y se busque, y se aplique a los churros o a las cazuelas; casi mejor, de verdad. Además, con las andanzas y camorras de los porristas y de sus amos se te calienta indebidamente la sesera y no es plan, al festivo me refiero.

Pero fiesta de más o de menos, no me queda más remedio que comentar que un profesional de los bostezos (pavorosos) y de la auctoritas destemplada, como es Posadas, presidente del Congreso, ha dicho que no está bien politizar las fiestas con la ikurriña (agua ya pasada), pero lo cierto es que las fiestas se politizan solas porque hasta intentar convertirlas en unas fiestas para ricos y solo para ellos, y cicatear y prohibir todo lo que suena a popular, aunque no el pedorrotón general, es politizarlas. Él ha estado y está de parte de la gente que ha hecho todo lo posible por darles a los sanfermines ese tono de feria pincha para gente guapa que nunca han tenido y es que son de la misma camada.

Estos días pasados hemos tenido una oportunidad renovada e indeseada, por no pedida, de que aquí, quien más quien menos, tanto si tiene vecindad foral -para algo más que para eludir obligaciones fiscales o disfrutar de ventajas sucesorias- o son naturales de ella, como si no, tiene una idea, su idea, su verdad mejor, de cómo es y de cómo no Navarra y de qué y cómo sienten los navarros, en general, todos, o cuando menos una inconcreta mayoría que se ha visto desbancada en las urnas. Algo que responde a la idea patrimonial que tienen de esta tierra, como si fuera suya y en exclusiva, tal y como la han gobernado durante años.

Y no solo eso, sino que encima tienen la pretensión de enseñarles a los que en ella viven cómo es y cómo tiene que ser Navarra, porque sí. Una pretensión, esa de imponer ideas y silencios, que va cundiendo de manera peligrosa porque están legislando para aherrojar conciencias, impidiendo expresar ideas elementales: la libertad de conciencia de nada vale, si no va aparejada a la de expresión. Libertad esta que la derecha defiende cuando le conviene, lo que se ve en la distinta manera en que la magistratura absuelve a unos y condena a otros por hechos similares, algo que hace de este el país un campeón de la seguridad jurídica, tanto que se permite dar lecciones de democracia, libertades y buen gobierno a otros.

El cambio que ahora viene en Navarra, que ya ha llegado cuando menos a muchos ayuntamientos, ha sido impedido durante años desde Madrid con pactos, prohibiciones y consignas tendentes a silenciar a esa otra parte de la población que representa también a Navarra y cuya presencia desmorona la idea de una Navarra única que es la que han impuesto hasta ahora. No sé si gente como la delegada del Gobierno (“poncia” en genuina expresión navarra), se da cuenta de lo hartos que estamos de ellos. No pueden quejarse de revanchismo porque motivos para ejercerlo sobran y hasta ahora no ha hecho, que yo sepa, aparición. La derecha que habla por la boca de la Barcina, Rajoy, Posadas, sus corifeos y camorristas, ha tenido sometida a un parte significativa de la población navarra, reducida en la práctica al silencio y a una oposición casi decorativa a la que se ha aplicado el ordeno y mando, las prohibiciones y los palos, y a cuya voz se ha hecho oídos sordos. Y esa, la que ellos encarnaban, era la auténtica Navarra. A eso lo llaman democracia, que se convierte en acusación de fascismo en cuanto no pueden manejar a su antojo ni la porra ni toda la prensa.