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El chabolo de los trileros

Una barraca de feria, de monstruos y atrocidades de mucha risa, con explosivas supervedettes y cómicos en derrota, con maleantes de variedades e ilusionistas de un dos de oros permanente que aseguran el asombro del paleto burlado y esquilmado: la trampa hecha espectáculo. Solo que entre los barraqueros de feria hay más dignidad. Si no fuera tan serio, el suma y sigue de numeritos de este espectáculo arrevistado sería para partirse el orto de la risa.

Pero el caso es que en esta atracción de feria permanente ahora se sabe que un burdel pagó los gastos de la fiesta de la Virgen del Pilar a la Guardia Civil de Tudela, y Fernández Díaz, amigo de mojamas y de ponerles medallas a las vírgenes, ha afirmado que la GC no se va a ir del País Vasco, jamás, ha aclarado rotundo, como si él fuera eterno y un adivinador del porvenir, porque son la fuerza vertebradora de España, es decir que este complejo país se vertebra no por una voluntad común expresada en una convención, sino por la fuerza y la ley de Dios (dice un obispo), algo que ya sabíamos y vamos a saber más en un futuro próximo.

Y por si fuera poco ese mismo ministro ha vuelto a advertirnos de que santa Teresa vigila y protege la marcha de esta nave de locos, como las empresas de matones de polígono, igual, y ayuda en la recuperación económica de la clase social dominante, a la que llaman “bienestar nacional”.

Con vírgenes, santos, magos o trileros de por medio, o sin ellos, la Aguirre ha salido absuelta del delito hecho falta del que se le acusaba y que para ti habría sido, al revés, falta hecha delito, de terrorismo por lo menos. A otras personas, con nombre y apellidos, eso mismo les ha costado una condena de seis meses de prisión. Al común los encontronazos con los uniformados les salen caros. Prueba tú a hacer lo mismo y verás lo que es bueno, porque no somos aristócratas ni pertenecemos a la elite del partido político más corrupto de la historia de España. A esto se le llama Estado de derecho y seguridad jurídica, algo que en la práctica se está convirtiendo en indefensión e inseguridad jurídica extremas para buena parte de la ciudadanía que no cuenta con apoyo judicial. Señalemos una vez más que la aprobación de las últimas leyes represoras ha contado con un amplio apoyo de la magistratura y de la ciudadanía.

Y siguen los jueces en escena. Suena a burla, a rechifla, que los jueces que se van a encargar del caso Gürtel sean algo más que afines al Partido Popular, que es el que se sienta en el banquillo, pues ese y no otro es el sentido del caso. Habrá que recordar que hace un año el juez López fue atrapado en plena Castellana en moto, a toda mecha sin casco, pero en cambio con muchas copas de más, y que dijo que iba a hacer lo que no ha hecho: dimitir, lo que hubiese hecho cualquier ciudadano honrado en la Comunidad Europea, aquí no, aquí ascienden.

Y otra de togas a ritmo de Las Corsarias. A unos falangistas o lo que sean, les han caído unas leves condenas por las fechorías cometidas contra memoriales de víctimas del golpe militar de 1936 y la represión franquista, con muchos distingos y la atenuante de retraso injustificado. Prueba a hacer tú lo mismo con un memorial de víctimas del terrorismo etarra y verás de inmediato lo que es bueno. Comprobarás hasta qué extremos de celeridad puede llegar la acción conjunta de la policía y la magistratura, y a qué se reducen los distingos. De modo que se puede sacar esta conclusión: con los memoriales de las víctimas del golpe militar de 1936 y de los represaliados puedes hacer, en la práctica, lo que te plazca, porque, encima, la mayoría de las agresiones han quedado impunes: es del dominio público y las pruebas duermen en las hemerotecas.

Dobles morales, dobles y triples raseros, ilusionismo jurídico, trile institucional: el director de la Guardia Civil fue pandillero de cadenas de la Falange y no pasa nada, ahí sigue, luciendo de guapetón. Porque en este país se puede ser de manera impune cadenero o porrista de la Falange, pero no haber trabajado como abogado en causas contra intereses de la derecha.

Todo cabe y nadie de verdad se alarma porque vamos entregados, con la secreta esperanza de que alguien nos saque las castañas del fuego. ¿Quién? No se sabe, aunque sí sepamos que sin unidad popular corremos el riesgo de que nos canten a diario el “¡Esto es todo, amigos!” y nos quedemos con la boca abierta.