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Pseudociencia en la salud

La pasada semana el Ateneo Navarro programó un curso para hacer frente a las pseudociencias, para intentar entender por qué sentimos esa atracción por terapias absurdas, afirmaciones trasnochadas... Cómo llegamos a acusar a la medicina de verdad, la que cura, de ser un montaje de las multinacionales y algunos poderes oscuros para someternos con el beneplácito de la ciencia oficial. La psicóloga Helena Matute nos explicó cómo solemos hacer malas elecciones basadas en ilusiones de causalidad o en la influencia social de algo que está aceptado y permitido o hasta favorecido por los poderes públicos. Los periodistas Linde y Gámez bucearon en cómo los mismos medios de comunicación sucumben a los cantos de sirena de lo paranormal. El abogado Fernando Frías nos permitió entender que como consumidores ni siquiera estamos amparados por las reglamentaciones, que quienes viven de vender remedios milagrosos (como pasa con los laboratorios homeopáticos, sin ir más lejos) invierten más en cuidarse de que todo quede aparantemente legal, por más que sean productos que no curan, que no valen para nada más que tener beneficio económico. Joaquín Sevilla y yo analizamos cómo tampoco podemos creernos que la ciencia es un faro de verdad, que como todas las acciones humanas somos falibles, engañables y también engañadores. Algunos de los asistentes, muchos, sentían desamparo. ¿Cómo saber dónde está lo fiable y confiable? La respuesta invitaba a informarse, a ser críticos; pero bien sabemos que es una batalla perdida. Menos cuando la única reacción que vimos es cómo asociaciones farmacéuticas navarras se quejaban con el argumento de “porque yo lo valgo”. Pobre para ser cooperadores necesarios de un negocio basado en la pseudociencia, aunque también sean los lugares donde tenemos los medicamentos que sí nos curan.