Mariano Mendigatxa (Vidángoz, 1832-1918) fue el principal escritor en euskara roncalés, autor de innumerables cartas y traducciones. Su producción tiene, sin embargo, un carácter marcadamente crepuscular. Cuando Mendigatxa nació, la lengua vasca era el vehículo de comunicación prácticamente único de los erronkariarras. En los últimos años de su vida ésta ya había sido desplazada por el castellano en la mayoría de las localidades del valle. Hoy, denominamos Mendigatxaren sindromea -el síndrome de Mendigatxa- a esa sensación de melancolía terminal que durante décadas ha asaltado al militante de la lengua. Mendigatxarena egitea, esto es, hacer el/un Mendigatxa, sería comportare y hablar como el último mohicano del idioma. Estos días se cumplen 5 años de la temprana muerte de Joxemiel Bidador (Pamplona, 1970-2010). El euskaldunberri Bidador fue dantzari, investigador, divulgador, ensayista, poeta y promotor de actividades relacionadas con la recuperación de la lengua vasca y del folklore. No sé si estaba aquejado del síndrome de Mendigatxa. Quizá estaba tan ocupado creando e investigando que no tuvo tiempo de padecerlo. De todas formas, ese es el título de una de las conferencias que, para homenajearle, se van a pronunciar estos días en nuestra capital. El colofón de todas ellas será la representación de la pastoral que lleva su nombre, el próximo sábado en la plaza de los Burgos. La más ancestral de nuestras formas teatrales, en un entorno urbano y con una perspectiva del siglo XXI. Bidador hubiera flipado con ello, como hubiera flipado con ese viento que, por primera vez en mucho tiempo, nos sopla a favor. Dentro de unos años hablaremos del Bidadorren sindromea, ése que aqueja a la persona que, en vez de llorar por algo que se va, sonríe a lo que viene mientras trabaja incansable para hacerlo posible.
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