Síguenos en redes sociales:

La tía Josefina

yo creo que en la mayoría de las casas ha habido en alguna época de nuestra vida una tía Josefina. De hecho, en algunas familias todavía quedan. La tía Josefina era esa tía, generalmente soltera o viuda, que venía a comer los días de fiesta. La queríamos mucho, pero también nos llegaba a resultar un pelín cargante cuando ya con el primer plato empezaba a criticar. Comenzaba con cosas como “¡qué juventud ésta, que ya no sabe divertirse!” “y lo peor todos esos melenudos y piojosos que no piensan más que en la política” y te echaba unas miradas de reojo que parecía que te iban a atravesar como los rayos X. Para el segundo plato ya se metía con el euskera: “porque eso no vale para nada. Antes sólo lo hablaban los aldeanos y ahora toda esa gentuza que tiene el cerebro sorbido por la ETA. Mejor aprender inglés”. Intentando no atragantarte con el cardo y pensando en todas tus horas de euskaltegi procurabas no hacerle demasiado caso. Llegaban las costillicas de cordero y con ellas la Iglesia. Que si ya no se cree en nada, que si las parejas se juntan y se desjuntan como los animales, que si a los críos (¡pobres angelicos!) ni los bautizan? Con el arroz con leche llegaban los ataques a las mujeres “unas dejadas que ni saben ni quieren cocinar ni llevar la casa” y los inmigrantes “toda esa gentuza que viene a robarnos el trabajo y a que les den ayudas”. Y como remate, alguna que otra vez, se soltaba y decía eso de que con Franco se vivía mejor.

No sé, pero cada vez que oigo a Javier Esparza y a sus colegas, especialmente cuando preguntan insidiosamente cosas cómo lo de si el Gobierno va a ir o no a la misa de San Francisco Javier, me acuerdo y mucho de la tía Josefina.