¿Mañana más o mañana qué?
Escribía ayer, pensando no tanto en hoy como en mañana, o en el mañana que puede abrir el hoy o que podría haber abierto. Dejamos cuatro años muy malos a la espalda y nos tememos que puedan prolongarse. Hemos estado gobernados por maleantes probados, gente dada a la mentira y al abuso, al saqueo institucionalizado, que lo han permitido todo, todas las violencias, que han montado un sistema legal perverso con el fin de perpetuar en el poder un régimen autoritario, un país de vencedores y de vencidos, de ricos y de pobres... Podría alargarme y no habría espacio suficiente para consignar toda la bellaquería gubernamental de la que es capaz quien se hace con el poder con el apoyo expreso de una amplia clase social a la que le da igual la inmoralidad pública y de unos medios de comunicación cómplices y alentadores de ese Orden Nuevo que se perfila en el horizonte y que de democrático solo tiene el nombre.
Hoy, es decir, mañana podría empezar un cambio social y político, pero yo al menos no tengo esperanza alguna y como lo siento y lo pienso, lo digo. Miedo me da el “cambiazo”, más que el “recambio”, pero más miedo me da que los salvadores de la patria nos tengan cuatro años más hundidos, acogotados, apaleados y carentes de una protección judicial eficaz frente a los abusos de poder. No he oído hablar de desmantelar el sistema judicial urdido por el gobierno del rajoyato con el apoyo de su mayoría parlamentaria. De hecho no he oído hablar lo suficiente que me congratularía mucho hubiesen pasado a mejor vida y no estuvieran ahí donde han estado cuatro años, pero silenciados por la prensa que además de crear opinión, transmite doctrina: recortes sanitarios o falta de asistencia, desahucios, paro, educación, denuncia del Concordato con el Vaticano... Arcadi Espada, ideólogo de los Ciudadanos, parece que ha dicho que a los enfermos de cáncer hay que cobrarles “a efectos pedagógicos”. Una canallada como esa retrataría a un partido político y a quienes en busca de beneficio personal lo sostienen o a su sombra se amparan, la banda del marqués de Vargas Llosa. Si esa derecha vuelve a hacerse con el poder, me temo que vamos a tener más de lo mismo y que nuestras libertades y derechos sociales van a sufrir más serios reveses de los ya padecidos. Atemorizar, intimidar, silenciar toda disidencia es el engrudo social de quienes predican pacto y han impuesto lo que les ha venido en gana, y eso puede cobrarse el aval de los votos.
Mañana pues, esta misma noche cuando se lleven a cabo los recuentos más fiables, puede empezar algo nuevo o más de lo mismo, o peor. Depende de nosotros, dicen. No, lo siento, no depende de nosotros porque la política hoy es la burla de las urnas y depende más de los pactos que de los votos. La amenaza de un pacto de salvación nacional -¡la patria está en peligro!- es ya algo de verdad viejo, muy comentado, aunque en balde.
Olvidamos que cuando dicen patria en realidad están diciendo cuenta corriente, la suya. Somos desmemoriados porque nos conviene, porque no podemos cargar con el fardo diario de mugre que la actualidad nos echa encima. Olvidamos y hacemos del vivir al día y del cambio tranquilo (una melonada para uso de pánfilos con la paga asegurada) una bandera que beneficia a los canallas y al cambiazo, a la rueda de molino. Olvidamos, y la cohetería furiosa de hoy son las cañas chamuscadas de mañana que como te descuides te sacan un ojo. No hay indignación que cien años dure, salvo para el desposeído que calla porque ha desaparecido, es invisible sobre todo para los desvergonzados que en su nombre hablan.
Olvidamos. Hace tres años una de las frases que más se oía era la de “¡Esto tiene que explotar por algún lado!”. Pues esto no explotó aunque los motivos para hacerlo fueran a más, hasta hacerse rutina y un abuso que asombró al mundo. Ahora sabemos que esto ni explotó ni va a explotar. ¿Y mañana? Mañana será otro día, es decir, el mismo día, me temo, aunque sería estupendo que al despertar el bicho no estuviera ahí.