Ana Beltrán es una de los dos representantes que el PP mantiene en el Parlamento Foral. Llegó a la cámara proveniente del sector vinícola y, a pesar de lo minoritario de su formación, se ha hecho ya un hueco en la política foral. Ana Beltrán es parlamentaria de gesto belicoso y verbo encendido. Como su paisana Agustina, se pone a los cañones en el Portillo de su escaño y, a falta de franceses, dispara fuego graneado sobre todo lo que se mueve alrededor del actual Gobierno de Navarra. Al anterior sólo le exigió que dejara de pedir euskera en las oposiciones. La primera de sus sobreactuaciones: UPN llevaba lustros sin sacar una sola plaza con euskera. El otro día Beltrán interrogó a Barkos sobre la ausencia de la Corona en el próximo premio Príncipe de Viana y llamó catetos a los miembros del ejecutivo foral por “ignorar el prestigio que aporta la presencia de los reyes de España”. Pobres de ellos que, en su pueblerina tosquedad, no valoran en su justa medida la secular majestad hereditaria de la casa de Borbón. Otra cosica son en Arabia Saudita, a donde nuestros rutilantes monarcas iban a acudir de visiteo antes de que una petición de Podemos acompañada de una recogida de firmas les hiciera dar marcha atrás. Decapitan, flagelan, lapidan y financian al estado islámico, pero al menos invitan al hijo del comisionista por excelencia. En desagravio a la descortesía de Barkos acudió la semana pasada Javier Esparza, presidente de UPN, a reunirse con Felipe VI. Mientras, Beltrán -es un suponer- orgasmeaba tras su cañón. Puedes imaginar el parlamento del leal súbdito: “Jau. Yo navarro bueno. Ellos navarros malos”. ¿Catetos? No he visto imagen más patéticamente cateta que la de Esparza en su babeante invitación para que, a pesar de todo, el monarca venga a Navarra. A lo mejor lo quiere pagar de su bolsillo.
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